La intervención humana en el planeta ha tenido efectos tan profundos que su huella ha sido comparada por la ciencia con el antropoceno (Crutzen & Stoermer, 2000), una era geológica caracterizada por la extracción desmedida de recursos naturales. Lo anterior ha resultado en un acelerado cambio climático, fenómenos naturales cada vez más intensos y transformaciones drásticas en los ecosistemas. Asimismo, la estabilidad y resiliencia de la tierra se ven afectadas por procesos críticos de cambio en los entornos naturales. Si estos “límites planetarios” (Rockström, 2009) son superados, el planeta dejará de ser seguro para la subsistencia de muchas especies incluyendo la humana.
En Colombia el modelo de economía extractivista pasó de ocupar un papel poco significante a mediados de la década de los noventa a ser preponderante para el Producto Interno Bruto durante los primeros años de la década de los 2000 (Ospina, Rojas, y Lopez, 2018). En la región de Cundinamarca, las actividades de extracción de materiales minero-energéticos han aumentado en relación con el crecimiento de los centros urbanos y las áreas metropolitanas que, a su vez, impulsan la demanda de materiales de construcción, productos agrarios y de recursos naturales como agua, maderas y otros derivados de los suelos.
La economía de extracción de recursos naturales, sustentada en actividades de minería, explotación de hidrocarburos y de fuentes hídricas, silvicultura y agricultura extensiva, tiene unos impactos negativos preponderantes, principalmente en el bienestar del medioambiente, pero también a nivel social y económico en los territorios. En los municipios de Cundinamarca estas actividades industriales, comerciales y mineras han proliferado desde mediados del siglo pasado, dejando cicatrices en las montañas y en las poblaciones como resultado de intervenciones no controladas y desarticuladas de los Planes de Ordenamiento Territorial, los usos adecuados del suelo y del otorgamiento de títulos mineros (Florían, 2020).
Algunos de los efectos más problemáticos de las actividades mineras y de la extracción de recursos naturales en los ecosistemas son la remoción de la capa vegetal, la disminución o desaparición de fauna y flora nativa, la deforestación de las montañas, la disminución y contaminación de fuentes hídricas y el declive de recursos naturales renovables. Otras afectaciones son el deterioro de la infraestructura y de los servicios públicos como resultado del uso de maquinarias pesadas y del paso de volquetas por los pueblos y veredas, la contaminación auditiva y atmosférica, el deterioro de la seguridad alimentaria, aumento del costo de vida y desplazamiento de la actividad agrícola (Florían, 2020).
El ansia desmedida por la extracción de recursos naturales por parte de los centros urbanos afecta ampliamente ecosistemas de gran importancia para Cundinamarca y el resto del país como lo son páramos y bosques, que son esenciales en los ciclos naturales y en la sostenibilidad ecológica de la región. Es necesario cambiar los paradigmas de la explotación desmedida, lograr un desarrollo sostenible en donde sea posible la triple sostenibilidad (Bermejo, Arto, Hoyos y Garmendia, 2010) entre lo económico, lo ambiental y lo social o, incluso, un decrecimiento sostenible (Schneider, 2012) que permita la reducción equitativa de los niveles de producción y consumo que logre aumentar el bienestar humano y mejorar las condiciones ecológicas.
La selección de obras que componen la exposición Límites de la dependencia propone un contexto de reflexión en torno a la materia que nos rodea y sus usos. La explotación de recursos naturales sustentada en las necesidades de consumo, la ausencia de acciones de reparación de impacto ambiental y el impulso de un modelo económico insostenible para el territorio y sus habitantes son acciones que requieren ser reevaluadas a partir de los vínculos existentes con la naturaleza, que van más allá de las relaciones de uso. A su vez, cuestiona la responsabilidad que tienen las personas, industrias y gobiernos frente al cuidado medioambiental y el futuro de país para las generaciones venideras.
La Fundación Caona es una organización que genera valor e impacto social mediante proyectos que integran educación artística, investigación y trabajo comunitario. En su trayectoria se destacan iniciativas con enfoque de género, medioambiente, transformación social y formación para el ecosistema cultural y creativo.
Desde 2018, Daniel García y Natalia Manrique hacen parte del equipo interdisciplinar de la Fundación Caona. Daniel es antropólogo, su práctica se desarrolla a partir de la antropología visual, los estudios de desarrollo, medioambientales y la gestión cultural. Natalia es feminista, docente, investigadora y doctora (c) en gestión de la cultura y el patrimonio.
Artistas Participantes:
Lunes a viernes: 8:00 a.m. a 12:30 p.m. y de 2:00 p.m. a 5:00 p.m.
Sábados y domingos: 10:00 a.m. a 4:00 p.m.