Paisajes de barrio

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Del 7 de septiembre al 5 de octubre
Curaduría: Jhon Arias

Paisajes de barrio (en cuatro escenas)

«(…) es por esto que seguimos construyendo ciudades de manera fragmentada, seguimos construyendo ciudades de manera dispersa y seguimos construyendo ciudades de manera segregada.»

Carlos Torres Tovar, Ciudad informal colombiana. Barrios construidos por la gente

La cita sale de un libro publicado por la Facultad de Artes de la Universidad Nacional, el cual reúne las conclusiones de un grupo de investigadores dedicados a analizar sistémicamente el crecimiento de las ciudades del país hacia finales del siglo XX. Su idea era comprenderlo atendiendo los desplazamientos masivos derivados de la guerra civil endémica1, la aparición de concentraciones urbanas mal planeadas para que cuesten infinitamente más, el diseño de barrios estratificados en sistemas de castas y la destrucción del medio ambiente para facilitar procesos de extracción de material de construcción y/o el establecimiento de viviendas en zonas de deslizamiento. Asimismo, les interesaba entender su arborescencia en medio, y a pesar, del acabose institucionalizado.

Así, recomendaban pensar la ciudad como un modelo de habitabilidad compartido, de gestión descentralizada, con planeación concertada, capaz de medir su sostenibilidad y de comprender sus condicionamientos como hábitat: este no está (sólo) para satisfacer nuestras necesidades de consumo, nosotros no estamos (sólo) para destruirlo. Al final, comentaban, se trata de que entendamos «la posibilidad de transformar y generar asentamientos humanos que permitan una proyección de equilibrio con el medio a largo plazo, la optimización del uso de los recursos y el suelo, nuevas formas de relacionar los componentes del territorio para lograr su desarrollo y la superación de las brechas y segregaciones sociales que se expresan en él (…)»2

Es por aquí que comprendo esta curaduría de Jhon Arias: como resultado de una lectura sociológica que busca incrementar la oferta cultural en una trama urbana desasida de programación institucional en artes visuales, donde la oferta que se da surge de la iniciativa comunitaria y privada y donde él mismo vive y construye su futuro como artista.

Del mismo modo traduzco su metodología de exhibición. Arias repite el modo orgánico en que crecen los barrios informales colombianos: si hay plata, lugar y tiempo, sus habitantes deciden el número de pisos y la profundidad de los cimientos. Antes no («¿pa´qué-zapatos-si-no-hay-casa?»). De ahí que les proponga a cuatro artistas mostrar sus obras por pares (Jonathan Chaparro + Sergio Díaz, Pablo Adarme + Gabriel Garzón), para que ocupen el espacio disponible y coincidan en un momento. Buenos vecinos que no se acosan a punta de favores y nos dan sus versiones sobre la ciudad que tienen en mente. Una que va desde su extrarradio hacia sus interiores domésticos.

Me explico: Sergio Díaz mira hacia la estructura mineral de nuestras viviendas y se pregunta por la procedencia de los materiales que las sostienen. Intenta una aproximación socioeconómica a los Cerros Orientales, pero el costosísisimo metro cuadrado que opera allí como regulador poblacional le impone un principio de realidad. Huye de allí y viaja hasta Mina de Palacio3. Pone lente histórico a su mirada y fotografía las consecuencias del retardamiento del efecto antropogénico. Obtiene imágenes de una naturaleza nueva.

Jonathan Chaparro ficcionaliza y le mete inteligencia artificial al archivo del boyacense Gumercindo Cuéllar. Nos cuenta cómo se podría imaginar una ciudad que mira con emoción —pero sin el poder adquisitivo suficiente— hacia las mismas montañas que quiso retratar Díaz, y a cuyos pies vivieron quienes decidieron hacer aterrizar la modernidad racionalista en un aeropuerto que instalaron en su propio barrio. Intenta una ciencia ficción particular, donde el realismo es tan importante que debe pasar por filtros digitales para ser reescenificado y nos permita comparar escalas de construcción.

Pablo Adarme se mueve dentro del trazado de las calles bogotanas. Su empeño no es tanto el de un turista como el de quien nos recuerda que aún son posibles las expediciones urbanas. Que estas no son propiedad exclusiva de las plataformas de entretenimiento —o de quienes viven en las montañas que muestra a lo lejos Chaparro—, sino que podemos —a veces bajo nuestro propio riesgo—, caminarlas para mensurar el número, complejidad y grosor de las capas que la conforman y la miremos —si podemos, o queremos— con afecto. Adicionalmente, se acerca al diseño sonoro e intenta darles voz a las piedras. Pero no tanto a las que vio y retrató como a las que representó tridimensionalmente mediante su conversión a moldes y vaciados.

Gabriel Garzón nos recuerda que la seguridad de nuestros hogares depende más de acuerdos tácitos de convivencia que de la potencia de los servicios de seguridad que contratamos, bien sea bajo la forma de cerraduras y puertas o de muros y metros de alambre electrificado. Arma un llavero enorme sin cerradura posible, para ponernos frente a nuestras propias expectativas de intimidad. Tranquilo, calculando el efecto que desencadena un chiste bien contado, camina como lo haría Adarme, pero más para acercarse a la vivencia surrealista que implica moverse entre espacios clausurados a la vista ajena y que dotamos constantemente de identidad cada vez que ingresamos en ellos, siempre y cuando estén como los dejamos. Nos dice que nuestras casas son configuraciones de un mundo frágil. Que a veces no basta con tener las llaves a mano.

 Estas obras se articulan como movimientos de una sinfonía compuesta por Arias. O de una película con acento optimista mas no irreal y puntos de entrada y salida que —como sus autores lo hacen—, piden detenimiento para reelaborar perspectivas. Por ejemplo, recordar la necesaria materialización de nuestro contacto con el tejido social, psicológico y económico que configura nuestra vivencia en espacios que solemos connotar como ajenos, pero donde nunca dejamos de estar sujetos a ofrecer, construir y dialogar. Amablemente, siempre amablemente. Es una posibilidad.   

Guillermo Vanegas

Artistas participantes

Pablo Adarme
Jonathan Chaparro
Gabriel Garzón
Sergio Díaz
Yonathan Virguez

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