Mingueros
Julieth Morales
Consejo Ancestral Wilka Yaku (Eyder Calambás y Jennifer Ávila)
Daniel Esteban Tisoy Jojoa
Daniela Tobar
Eliana Maria Muchachasoy
Judy Jacanamejoy Chicunque
Julian Dupont
«Nuestros pueblos, que somos del maíz, al compartir con ustedes, seremos como la milpa que florece para fortalecernos en nuestras resistencias y cuidar a nuestra madre tierra en este nuevo caminar que queremos compartir».
Ejército Zapatista de Liberación Nacional
En el mundo occidental, la palabra «minga» ha sido apropiada de diversas formas, todas unidas por una necesidad en común: comprender, interpretar, sentir, ver y oír el contexto al que pertenecemos. Este término fomenta la cohesión y la resistencia frente a las imposiciones sociales, religiosas y políticas. En este sentido, la minga se ha asociado a la lucha, a la organización social y al desarrollo comunitario.
La vimos en el Paro Nacional de Colombia en 2021, cuando la población urbana resignificó esta práctica y fortaleció su esencia en la contemporaneidad. También en las zonas rurales de Colombia, donde las comunidades originarias y campesinas han sido relegadas. La minga es entonces un consejo ancestral vigente que cuida la colectividad, impulsa la recuperación del territorio, del cuerpo y del espíritu de cada uno de nosotros, y la reafirmación de la decisión de construir junto a nuestros pueblos y comunidades una forma de vida que no se somete.
Hoy buscamos una minga con carácter femenino en respuesta a la exclusión y vulneración de nuestros cuerpos y derechos en la participación social, política y espiritual dentro y fuera de nuestros territorios. Nos nombramos y traemos a la memoria a las mamas, a las cacicas, a sus faldas, a sus tejidos, a sus espíritus y a los símbolos que las representan.
En muchas comunidades indígenas las mujeres se reúnen en mingas para tejer, compartir sus conocimientos ancestrales y sus experiencias personales. En varias regiones rurales ellas organizan mingas para cultivar en huertas comunitarias, un esfuerzo colectivo que garantiza la seguridad alimentaria, promueve prácticas sostenibles y refuerza la autonomía de las mujeres y sus familias.
Así mismo las mujeres indígenas lideran mingas enfocadas en espacios de sanación y armonización, revitalizando prácticas espirituales heredadas de sus mayoras que ayudan a mantener el equilibrio de la comunidad, además de reforzar la conexión con la naturaleza y sus ancestros. También hacen mingas para la transmisión de saberes sobre el cuidado del territorio y para apoyarse en situaciones de crisis, lo que fortalece la organización y las redes del cuidado comunitario.
Hablar de la minga aún hoy implica una fuerza corpórea, la labor de la pala, el azadón, la capacidad de carga y la precisión al rajar la leña. Sin embargo, también propone resignificar nuestra herencia, acogernos al proceso de siembra del pensamiento propio que fortalezca la solidaridad, especialmente para fortalecer la relación íntima de las mujeres. Ellas revitalizan y redefinen la minga para la supervivencia.
En Pieikwan ala marik / Sueños mingueros nos interesa resignificar la palabra minga desde el carácter femenino para enfatizar el proceso creativo de la mujer en el escenario de la minga, capaz de denunciar la tradición patriarcal y las prácticas homogeneizadoras que permean la cotidianidad de las mujeres. Es ahí donde el sueño se reafirma como mandato de la naturaleza.
Este proceso se enmarca en el «Abya Yala», un término utilizado por los pueblos indígenas de América Latina para referirse a su territorio ancestral, siendo además una representación de sus cosmovisiones que refleja una visión holística del mundo, donde la tierra, la naturaleza, los espíritus y los seres humanos están interconectados. Aquí nos encontramos diferentes comunidades, imágenes, gestos que recorren valles, ríos y montañas del Suroccidente colombiano, construidos todos a través del mengay, alik, minga.