Selva - Mar - Río Kindi Llajtu – Jaime Sicilia
Territorios enmarcados en un contexto leído desde la interioridad, en ambos casos tanto Kindi llajtu como Sicilia centran su reflexión en el paisaje, un paisaje habitado, vivido, soñado, una lectura que acerca el lugar, el símbolo, la emoción y el tiempo.
Kindi Llajtu trabaja desde la idea de la acumulación y una relectura del paisaje y su territorio en el Putumayo, tiempo y espacio convergen en sus lienzos en los cuales surgen figuras que se extraen de su vivencia propia en su entorno o simplemente son apariciones que plantean lecturas desde su cosmogonía, elementos simbólicos aparecen entre capa y capa en sus pinturas y la pintura misma oculta o desvanece la intencionalidad de sus dibujos, atrás o adelante cuál capa termina siendo la más relevante?
Jaime Sicilia, nos sugiere desde la mirada del espectador al mar una meditación involuntaria, una introspección o un viaje interior que nos resulta muy agradable y reparador. Tal vez sea porque el mar está en permanente cambio, nunca lo terminamos de fijar, de aprehender. El oleaje, las corrientes, el viento y la luz nos ofrecen una imagen distinta del mar a cada instante.
Hay una escuela de pintura del siglo XVII en Kyoto (Japón) que recubría el interior de los templos y castillos, construidos en madera, con veladuras de pintura dorada encima de la cual pintaban motivos de la naturaleza (sintoísmo) como metáfora del ciclo de la vida. La manera en que estas pinturas interactúan con el punto de vista del espectador y con los cambios de luz se plantean como forma de abordar la representación del mar del tiempo y su complejidad.
Adrián Ibáñez Galería inició sus labores en 2016 en Tabio Cundinamarca, en un contexto rural a borde de montaña, y luego de cinco años abrió su nueva sede permanente en Bogotá en San Felipe – Distrito del Arte, en la calle 72 A # 22 – 35. Adrián Ibáñez Galería, se dedica a la reflexión, exhibición y dinamización de la cultura, enfocados en arte contemporáneo, nos presentamos como opción para el intercambio cultural y artístico. Adrián Ibáñez Galería nace de la propia experiencia como artistas y nuestro devenir en el sector del arte tanto en Colombia como en el exterior, hemos tenido la posibilidad de entender de cerca procesos y las prácticas artísticas, su problemática con la exhibición y dinamización de las mismas, de allí nace la idea de tener un espacio plataforma para que los artistas puedan exhibir y generar reflexión desde sus más diversas poéticas, y confrontar las mismas con artistas de otras regiones y países, nuestra nueva sede en Bogotá contiene nuestra programación de exposiciones tanto individuales como colectivas en sus nuevas salas dando un espacio especial a artistas internacionales.
Kindi Llajtu hace parte de las nuevas generaciones de artistas indígenas con una sólida formación académica que han comenzado a figurar de manera por demás destacada en el panorama plástico nacional. Su trabajo es, por consiguiente, resultado de una singular mezcla de valores que involucra, por una parte, un legado cultural particular, diferente del de la mayoría de los artistas del país y, por otra parte, unos conocimientos actualizados sobre las técnicas, manejos e historia del arte occidental, los cuales lo han habilitado para moverse adecuadamente dentro de las variables y propósitos que enmarcan el desarrollo de la producción artística en la actualidad. Kindi Llajtu, por ejemplo, ha tomado partido por la pintura en esta época en que el medio pictórico ha sido cuestionado fuertemente por llevar implícitas una definiciones que, para algunos pensadores, recortan sus posibilidades de cuestionamiento al concepto arte, pero lo ha hecho con plena conciencia de que a estas alturas del siglo XXI no puede haber nada vedado para los artistas, de que cualquier vía expresiva tiene vigencia siempre y cuando el contenido de las obras esté sintonizado con la vida y el mundo contemporáneos. Su trabajo, como el de algunos otros artistas provenientes de culturas minoritarias en este momento en que la globalización ha homogenizado no sólo el arte sino también los parámetros de su apreciación y discusión, se halla aferrado a la validez expresiva de la diferencia, de valores y convicciones desconocidos por la generalidad, pero que para él son entrañables y parte integral de sus experiencias formativas. Para hacerlo, pone en juego algunas de las libertades y recursos del arte contemporáneo, de manera que sus intenciones sean no sólo comprensibles sino estimulantes, ilustrativas y sugerentes. No hay que olvidar que vivimos una época en la cual muchos de los pilares donde se asienta la civilización occidental son impugnados y mirados con creciente escepticismo. No es extraño, por lo tanto, que un trabajo que por un lado deviene de peculiaridades culturales y por otra parte apunta a la universalidad, se haya construido a base de contrarios, de polos opuestos conceptualmente pero cuyas divergencias el artista logra conjurar y armonizar. La figuración y la abstracción, por ejemplo, se dan simultáneamente en su trabajo, pero sin plantearse como conceptos enfrentados sino más bien complementarios, al igual que el dibujo y la pintura, que la evocación evanescente y la concreción física, y que el acto de pintar y despintar, de cubrir y descubrir el lienzo permitiendo a lo fortuito hacer presencia con su secuela de sorpresas para incrementar el hálito poético de sus representaciones. Este ejercicio de aplicar y retirar las capas de pintura va creando un fondo multicolor, insondable pero ambivalente, tanto en el sentido de que visualmente da la impresión de una textura rica y áspera aunque al tacto es de una singular tersura, como en el sentido de que al tiempo que sugiere profundas espesuras, reitera la bidimensionalidad de los trabajos y es determinante en la serenidad de su presencia. Y sobre esa especie de lecho polícromo el artista no sólo chorrea gotas de acrílico en un ejercicio que recuerda a la pintura de acción y que incremente las posibilidades del azar, sino que plasma, por medio de dibujos de una línea continua y fluida, memorias de su infancia, recuerdos de su pueblo, reminiscencias de su entorno cultural y por ende de sus mitos, costumbres y valores. No sobra reiterar que al aplicar el dibujo sobre la pintura, el artista está invirtiendo la tradición de dibujar primero y de pintar sobre el dibujo, planteando también por esta vía una manera diferente y propia de aproximarse a la expresión plástica. . Kindi Llajtu ha echado los cimientos de una obra cuyos alcances se vislumbran tan incitantes y variados como el color de su memoria.
Kindi Llajtu hace parte de las nuevas generaciones de artistas indígenas con una sólida formación académica que han comenzado a figurar de manera por demás destacada en el panorama plástico nacional. Su trabajo es, por consiguiente, resultado de una singular mezcla de valores que involucra, por una parte, un legado cultural particular, diferente del de la mayoría de los artistas del país y, por otra parte, unos conocimientos actualizados sobre las técnicas, manejos e historia del arte occidental, los cuales lo han habilitado para moverse adecuadamente dentro de las variables y propósitos que enmarcan el desarrollo de la producción artística en la actualidad. Kindi Llajtu, por ejemplo, ha tomado partido por la pintura en esta época en que el medio pictórico ha sido cuestionado fuertemente por llevar implícitas una definiciones que, para algunos pensadores, recortan sus posibilidades de cuestionamiento al concepto arte, pero lo ha hecho con plena conciencia de que a estas alturas del siglo XXI no puede haber nada vedado para los artistas, de que cualquier vía expresiva tiene vigencia siempre y cuando el contenido de las obras esté sintonizado con la vida y el mundo contemporáneos. Su trabajo, como el de algunos otros artistas provenientes de culturas minoritarias en este momento en que la globalización ha homogenizado no sólo el arte sino también los parámetros de su apreciación y discusión, se halla aferrado a la validez expresiva de la diferencia, de valores y convicciones desconocidos por la generalidad, pero que para él son entrañables y parte integral de sus experiencias formativas. Para hacerlo, pone en juego algunas de las libertades y recursos del arte contemporáneo, de manera que sus intenciones sean no sólo comprensibles sino estimulantes, ilustrativas y sugerentes. No hay que olvidar que vivimos una época en la cual muchos de los pilares donde se asienta la civilización occidental son impugnados y mirados con creciente escepticismo. No es extraño, por lo tanto, que un trabajo que por un lado deviene de peculiaridades culturales y por otra parte apunta a la universalidad, se haya construido a base de contrarios, de polos opuestos conceptualmente pero cuyas divergencias el artista logra conjurar y armonizar. La figuración y la abstracción, por ejemplo, se dan simultáneamente en su trabajo, pero sin plantearse como conceptos enfrentados sino más bien complementarios, al igual que el dibujo y la pintura, que la evocación evanescente y la concreción física, y que el acto de pintar y despintar, de cubrir y descubrir el lienzo permitiendo a lo fortuito hacer presencia con su secuela de sorpresas para incrementar el hálito poético de sus representaciones. Este ejercicio de aplicar y retirar las capas de pintura va creando un fondo multicolor, insondable pero ambivalente, tanto en el sentido de que visualmente da la impresión de una textura rica y áspera aunque al tacto es de una singular tersura, como en el sentido de que al tiempo que sugiere profundas espesuras, reitera la bidimensionalidad de los trabajos y es determinante en la serenidad de su presencia. Y sobre esa especie de lecho polícromo el artista no sólo chorrea gotas de acrílico en un ejercicio que recuerda a la pintura de acción y que incremente las posibilidades del azar, sino que plasma, por medio de dibujos de una línea continua y fluida, memorias de su infancia, recuerdos de su pueblo, reminiscencias de su entorno cultural y por ende de sus mitos, costumbres y valores. No sobra reiterar que al aplicar el dibujo sobre la pintura, el artista está invirtiendo la tradición de dibujar primero y de pintar sobre el dibujo, planteando también por esta vía una manera diferente y propia de aproximarse a la expresión plástica. . Kindi Llajtu ha echado los cimientos de una obra cuyos alcances se vislumbran tan incitantes y variados como el color de su memoria.
Kindi Llajtu hace parte de las nuevas generaciones de artistas indígenas con una sólida formación académica que han comenzado a figurar de manera por demás destacada en el panorama plástico nacional. Su trabajo es, por consiguiente, resultado de una singular mezcla de valores que involucra, por una parte, un legado cultural particular, diferente del de la mayoría de los artistas del país y, por otra parte, unos conocimientos actualizados sobre las técnicas, manejos e historia del arte occidental, los cuales lo han habilitado para moverse adecuadamente dentro de las variables y propósitos que enmarcan el desarrollo de la producción artística en la actualidad. Kindi Llajtu, por ejemplo, ha tomado partido por la pintura en esta época en que el medio pictórico ha sido cuestionado fuertemente por llevar implícitas una definiciones que, para algunos pensadores, recortan sus posibilidades de cuestionamiento al concepto arte, pero lo ha hecho con plena conciencia de que a estas alturas del siglo XXI no puede haber nada vedado para los artistas, de que cualquier vía expresiva tiene vigencia siempre y cuando el contenido de las obras esté sintonizado con la vida y el mundo contemporáneos. Su trabajo, como el de algunos otros artistas provenientes de culturas minoritarias en este momento en que la globalización ha homogenizado no sólo el arte sino también los parámetros de su apreciación y discusión, se halla aferrado a la validez expresiva de la diferencia, de valores y convicciones desconocidos por la generalidad, pero que para él son entrañables y parte integral de sus experiencias formativas. Para hacerlo, pone en juego algunas de las libertades y recursos del arte contemporáneo, de manera que sus intenciones sean no sólo comprensibles sino estimulantes, ilustrativas y sugerentes. No hay que olvidar que vivimos una época en la cual muchos de los pilares donde se asienta la civilización occidental son impugnados y mirados con creciente escepticismo. No es extraño, por lo tanto, que un trabajo que por un lado deviene de peculiaridades culturales y por otra parte apunta a la universalidad, se haya construido a base de contrarios, de polos opuestos conceptualmente pero cuyas divergencias el artista logra conjurar y armonizar. La figuración y la abstracción, por ejemplo, se dan simultáneamente en su trabajo, pero sin plantearse como conceptos enfrentados sino más bien complementarios, al igual que el dibujo y la pintura, que la evocación evanescente y la concreción física, y que el acto de pintar y despintar, de cubrir y descubrir el lienzo permitiendo a lo fortuito hacer presencia con su secuela de sorpresas para incrementar el hálito poético de sus representaciones. Este ejercicio de aplicar y retirar las capas de pintura va creando un fondo multicolor, insondable pero ambivalente, tanto en el sentido de que visualmente da la impresión de una textura rica y áspera aunque al tacto es de una singular tersura, como en el sentido de que al tiempo que sugiere profundas espesuras, reitera la bidimensionalidad de los trabajos y es determinante en la serenidad de su presencia. Y sobre esa especie de lecho polícromo el artista no sólo chorrea gotas de acrílico en un ejercicio que recuerda a la pintura de acción y que incremente las posibilidades del azar, sino que plasma, por medio de dibujos de una línea continua y fluida, memorias de su infancia, recuerdos de su pueblo, reminiscencias de su entorno cultural y por ende de sus mitos, costumbres y valores. No sobra reiterar que al aplicar el dibujo sobre la pintura, el artista está invirtiendo la tradición de dibujar primero y de pintar sobre el dibujo, planteando también por esta vía una manera diferente y propia de aproximarse a la expresión plástica. . Kindi Llajtu ha echado los cimientos de una obra cuyos alcances se vislumbran tan incitantes y variados como el color de su memoria.
El mar. Todos tenemos interiorizada una imagen del mar. Una imagen a la que recurrimos cuando necesitamos un momento de descanso, de tranquilidad, de paz. El mar atrapa la mirada del observador. De alguna manera se produce una meditación involuntaria, una introspección o un viaje interior que nos resulta muy agradable y reparador. Tal vez sea porque el mar está en permanente cambio, nunca lo terminamos de fijar, de aprehender. El oleaje, las corrientes, el viento y la luz nos ofrecen una imagen distinta del mar a cada instante. Hay una escuela de pintura del siglo XVII en Kyoto (Japón) que recubría el interior de los templos y castillos, construidos en madera, con veladuras de pintura dorada encima de la cual pintaban motivos de la naturaleza (sintoísmo) como metáfora del ciclo de la vida. La manera en que estas pinturas interactúan con el punto de vista del espectador y con los cambios de luz me parecieron extraordinariamente interesantes como forma de abordar la representación del mar y su complejidad. Mares propone una colección de imágenes que representan la emoción de estar delante del mar, a través de una experiencia de color, luz, espacio, materia y tiempo. La belleza repara
El mar. Todos tenemos interiorizada una imagen del mar. Una imagen a la que recurrimos cuando necesitamos un momento de descanso, de tranquilidad, de paz. El mar atrapa la mirada del observador. De alguna manera se produce una meditación involuntaria, una introspección o un viaje interior que nos resulta muy agradable y reparador. Tal vez sea porque el mar está en permanente cambio, nunca lo terminamos de fijar, de aprehender. El oleaje, las corrientes, el viento y la luz nos ofrecen una imagen distinta del mar a cada instante. Hay una escuela de pintura del siglo XVII en Kyoto (Japón) que recubría el interior de los templos y castillos, construidos en madera, con veladuras de pintura dorada encima de la cual pintaban motivos de la naturaleza (sintoísmo) como metáfora del ciclo de la vida. La manera en que estas pinturas interactúan con el punto de vista del espectador y con los cambios de luz me parecieron extraordinariamente interesantes como forma de abordar la representación del mar y su complejidad. Mares propone una colección de imágenes que representan la emoción de estar delante del mar, a través de una experiencia de color, luz, espacio, materia y tiempo. La belleza repara
El mar. Todos tenemos interiorizada una imagen del mar. Una imagen a la que recurrimos cuando necesitamos un momento de descanso, de tranquilidad, de paz. El mar atrapa la mirada del observador. De alguna manera se produce una meditación involuntaria, una introspección o un viaje interior que nos resulta muy agradable y reparador. Tal vez sea porque el mar está en permanente cambio, nunca lo terminamos de fijar, de aprehender. El oleaje, las corrientes, el viento y la luz nos ofrecen una imagen distinta del mar a cada instante. Hay una escuela de pintura del siglo XVII en Kyoto (Japón) que recubría el interior de los templos y castillos, construidos en madera, con veladuras de pintura dorada encima de la cual pintaban motivos de la naturaleza (sintoísmo) como metáfora del ciclo de la vida. La manera en que estas pinturas interactúan con el punto de vista del espectador y con los cambios de luz me parecieron extraordinariamente interesantes como forma de abordar la representación del mar y su complejidad. Mares propone una colección de imágenes que representan la emoción de estar delante del mar, a través de una experiencia de color, luz, espacio, materia y tiempo. La belleza repara