Esta versión de Artecámara gira en torno a una generación de artistas que, dentro de su práctica, exploran las nuevas formas de vida y las relaciones políticas y ambientales que dan sentido a un mundo cada vez más complejo. Esta curaduría presenta 30 proyectos que se han arriesgado a involucrar lenguajes que no pertenecen únicamente al ámbito de las artes visuales y en los que, en ocasiones, la palabra poética, la investigación científica, el cine, entre otras disciplinas, se integran y contaminan su lenguaje artístico. Es también una exposición de una generación que comparte un presente lleno de incertidumbre, donde la crisis se ha convertido en la norma. Sin embargo, esta incertidumbre se ha transformado en una fuerza política y creativa, que les ha permitido deshilar y tejer nuevos relatos.
Cada obra que está expuesta hoy tiene una mirada particular en la que los artistas proyectan sus propias lecturas sobre el contexto en el que viven, sobre su país y sus familias. Acá aparecen retratados y cuestionados los territorios y geografías que habitan, sus tradiciones, y las miradas sobre y hacia su propia identidad. Cada una de ellas se resiste a testimoniar verdades definitivas y, en ese sentido, no realizan diagnósticos ni proyecciones, sino que eligen una especie de apertura que les ofrece la especulación y el azar. Por ello, no es gratuito el carácter experimental de la mayoría de los proyectos. Muchas de las obras son a gran escala y hechas con materiales orgánicos como tierra o arena, o mucho más volátiles como el plástico. El video y la pintura se mezclan con espacios escultóricos efímeros que fueron construidos y pensados desde la inestabilidad.
Es también en ese sentido que nos arriesgamos a decir que están en un limbo donde se abre la posibilidad de cuestionarse qué significa construir imágenes hoy. De ahí surge el título de esta muestra: Una moneda al aire. Pensemos por un momento en esa imagen, en el instante en el que esta se lanza y queda suspendida sin que aún se sepa si caerá de un lado o del otro, con todas las posibilidades abiertas, solo queda someterse a la fortuna o la suerte.
Por ello, en su conjunto, las imágenes que presentamos acá tienen una temporalidad conflictiva, como si en ellas existiera una simultaneidad o si fuera posible escoger cualquier tiempo. Una moneda al aire es una oportunidad para evitar cualquier relato acabado y reduccionista del pasado, pero también uno idealizado del futuro. Es una oportunidad para problematizar la lectura de los documentos y de las imágenes a fin de eludir una cicatriz superficial, pero, sobre todo, es el chance para romper con la idea de que el pasado es una carga que determina un futuro que no es posible cambiar. Como nos recuerda Silvia Cusicanqui cuando cita un aforismo Aymara: «mirando atrás y adelante podemos caminar en el presente futuro».
Estos montajes son una ocasión para reimaginarnos en otros tiempos y en otras subjetividades. Hoy, en vez de referirnos al futuro, la sugerencia que tomamos al pie de la letra es la de proponer un viaje no solo a estos presentes estancados, sino a indagar por estas representaciones que justamente se salen de la norma, de la historia en mayúscula, de las identidades fijas para ver posibilidades que aún laten en ellas, las posibilidades de este otro presente.
Finalmente, esta exposición habla sobre el poder y la historia, sobre lo femenino y su resistencia. Sobre las identidades sociales que irrumpen en los objetos. Sobre la violencia. Sobre los cuerpos. Sobre los relatos del pasado que hoy son poetizados de otra manera. Pero, principalmente, sobre las posibilidades de los afectos y de las sensibilidades. Una exposición que oscila en un par de espacios y que representan justo estos dos lados, cara o sello: El pasado es un destello que aún está por narrar y Este es el futuro que estabas esperando.
Curadora de la Biblioteca Nacional de Colombia.