El proyecto «Nacer Ruina» es una ficción: de los materiales y de la simbología. El granito fundido o «terrazzo», técnica original de la Venecia del siglo XV, hizo accesibles los pisos de «mármol» que solo podían permitirse la nobleza y el clero. En ese entonces, se aprovecharon los trozos sobrantes de mármol, mezclándolos con arcilla y leche de cabra, y con esta masa pavimentaron las terrazas exteriores de las casas; de allí el nombre «terrazzo». «Nacer Ruina» divaga entre la pintura y la escultura, sin que se pueda afirmar que es una u otra, pues tiene elementos de ambas. El granito, al transitar de un estado líquido a sólido, emparenta con la pintura, pero, al espectador rodear la imagen terminada, se acerca a la escultura. Esa posibilidad de recorrer la obra, con las distorsiones que provoca el desplazamiento, convierte al público en agente activo de la configuración de una idea/sentido, rompiendo la perspectiva. «Nacer Ruina» también habla de la naturaleza humana, de la necesidad de dejar un legado que nos sobreviva gracias a la persistencia de la piedra. Incrustar esta imagen en la edificación es tatuar la tercera piel. Como una herida que se abre y sana, queda grabada su huella en la arquitectura.
NACER RUINA El proyecto «Nacer Ruina» es una ficción: de los materiales y de la simbología. El granito fundido o «terrazzo», técnica original de la Venecia del siglo XV, hizo accesibles los pisos de «mármol» que solo podían permitirse la nobleza y el clero. En ese entonces, se aprovecharon los trozos sobrantes de mármol, mezclándolos con arcilla y leche de cabra, y con esta masa pavimentaron las terrazas exteriores de las casas; de allí el nombre «terrazzo». «Nacer Ruina» divaga entre la pintura y la escultura, sin que se pueda afirmar que es una u otra, pues tiene elementos de ambas. El granito, al transitar de un estado líquido a sólido, emparenta con la pintura, pero, al espectador rodear la imagen terminada, se acerca a la escultura. Esa posibilidad de recorrer la obra, con las distorsiones que provoca el desplazamiento, convierte al público en agente activo de la configuración de una idea/sentido, rompiendo la perspectiva. «Nacer Ruina» también habla de la naturaleza humana, de la necesidad de dejar un legado que nos sobreviva gracias a la persistencia de la piedra. Incrustar esta imagen en la edificación es tatuar la tercera piel. Como una herida que se abre y sana, queda grabada su huella en la arquitectura. Esta propuesta surge y se desarrolla en medio de la crisis global por la pandemia, cuando se hizo más evidente la fragilidad del cuerpo. Se nos obligó a regresar a la caverna, esta vez no para protegernos de fieras salvajes, sino de una amenaza invisible. Rodrigo Echeverri demostró en los inicios de su trabajo una fuerte preocupación por las condiciones de violencia en Colombia y las materializó a través de una obra abstracta, donde el color y la forma son su mayor argumento. En «Contenidos» (2005), una serie en la que utiliza la tinta del tóner para producir dibujos en blanco y negro, aparecen por primera vez sus cajones, con una clara referencia al féretro, contenedor del cuerpo muerto. Posteriormente, se adentra en la abstracción total con un corte minimalista en «Cajas negras» (2006), al convertir estos cajones en formas que, mediante el color rojo, hacen referencia de manera más sutil al tema. En adelante, Echeverri se concentra en el concepto de la destrucción, tomado de la realidad colombiana, pero también en sentido más global, como el punto de partida para construir. De ahí sus pinturas en formas irregulares en tonos grises y negros, «No todo es blanco y negro» (2007), y más recientemente en los tonos de la madera, «Astilla en el ojo» (2009), en la que sus cajas toman un significado más formal al referirse al material del cual están hechas y al variar la forma de expresión con dibujos y collages. Hay otro cuerpo de trabajo como «Bibliografía» (2007) o «A mi medida» (2010) en el cual rompe esta estructura formal para buscar recursos nuevos. En el primero, juega con el metro como la medida de longitud y el metro como la herramienta para hacer mediciones, buscando agotar las posibilidades físicas de presentación del mismo en el espacio. En el segundo, busca generar una relación directa entre el texto y la imagen.
NACER RUINA El proyecto «Nacer Ruina» es una ficción: de los materiales y de la simbología. El granito fundido o «terrazzo», técnica original de la Venecia del siglo XV, hizo accesibles los pisos de «mármol» que solo podían permitirse la nobleza y el clero. En ese entonces, se aprovecharon los trozos sobrantes de mármol, mezclándolos con arcilla y leche de cabra, y con esta masa pavimentaron las terrazas exteriores de las casas; de allí el nombre «terrazzo». «Nacer Ruina» divaga entre la pintura y la escultura, sin que se pueda afirmar que es una u otra, pues tiene elementos de ambas. El granito, al transitar de un estado líquido a sólido, emparenta con la pintura, pero, al espectador rodear la imagen terminada, se acerca a la escultura. Esa posibilidad de recorrer la obra, con las distorsiones que provoca el desplazamiento, convierte al público en agente activo de la configuración de una idea/sentido, rompiendo la perspectiva. «Nacer Ruina» también habla de la naturaleza humana, de la necesidad de dejar un legado que nos sobreviva gracias a la persistencia de la piedra. Incrustar esta imagen en la edificación es tatuar la tercera piel. Como una herida que se abre y sana, queda grabada su huella en la arquitectura. Esta propuesta surge y se desarrolla en medio de la crisis global por la pandemia, cuando se hizo más evidente la fragilidad del cuerpo. Se nos obligó a regresar a la caverna, esta vez no para protegernos de fieras salvajes, sino de una amenaza invisible. Rodrigo Echeverri demostró en los inicios de su trabajo una fuerte preocupación por las condiciones de violencia en Colombia y las materializó a través de una obra abstracta, donde el color y la forma son su mayor argumento. En «Contenidos» (2005), una serie en la que utiliza la tinta del tóner para producir dibujos en blanco y negro, aparecen por primera vez sus cajones, con una clara referencia al féretro, contenedor del cuerpo muerto. Posteriormente, se adentra en la abstracción total con un corte minimalista en «Cajas negras» (2006), al convertir estos cajones en formas que, mediante el color rojo, hacen referencia de manera más sutil al tema. En adelante, Echeverri se concentra en el concepto de la destrucción, tomado de la realidad colombiana, pero también en sentido más global, como el punto de partida para construir. De ahí sus pinturas en formas irregulares en tonos grises y negros, «No todo es blanco y negro» (2007), y más recientemente en los tonos de la madera, «Astilla en el ojo» (2009), en la que sus cajas toman un significado más formal al referirse al material del cual están hechas y al variar la forma de expresión con dibujos y collages. Hay otro cuerpo de trabajo como «Bibliografía» (2007) o «A mi medida» (2010) en el cual rompe esta estructura formal para buscar recursos nuevos. En el primero, juega con el metro como la medida de longitud y el metro como la herramienta para hacer mediciones, buscando agotar las posibilidades físicas de presentación del mismo en el espacio. En el segundo, busca generar una relación directa entre el texto y la imagen.