Arrullos, la exposición de Juliana Góngora en Espacio Continuo, prosigue la extensa investigación de la artista con materiales efímeros, a veces, digeribles, por lo general, insólitos: hilos de araña y de leche, granos de arroz y de arena, hojas de maíz y fibras de cumare. En el segundo piso de la galería se mostrará Arrulladores, instalación realizada con columnas de hojas de maíz y dibujos en tierra mineral y aceite, un video que sigue el recorrido de una gota sobre la superficie de una cueva y, finalmente, un conjunto de nidos de cumare, fibra de una palma fundamental para los indígenas Coreguaje y cuya factura implica una sabiduría de la que depende su comunidad misma. En el tercer piso, encontramos la obra Cuerpo de leche, tejido realizado por la artista para la tumba de su abuelo, los Ofrendatarios –recipientes de vidrio en forma de seno para hacer, como su nombre lo indica, ofrendas– y los cuencos de leche, para los cuales la artista realiza todo un proceso con el material: desde sustraer la caseína hasta el uso de la cal como aglomerante. Tal como se advierte en estas descripciones, la presencia de la madre y de la tierra es crucial, de lo femenino, y de una sacralidad de los materiales que despoja al arte de su condición laica, para devolverlo a lo ritual y sagrado. Texto de: Julia Buenaventura
Conscientes del legado de la modernidad, es de nuestro interés explorar la continuidad de este y su comportamiento directo o indirecto en practicas actuales. Partiendo de ejercicios que yuxtaponen preguntas transversales invitamos al espectador a encontrar hilos conductores sobre investigaciones artísticas que tienen puntos de partida en común. Ya sean de la modernidad o contemporáneas, dichas investigaciones son la respuesta a preguntas que se vienen manifestando en el mundo del arte desde hace décadas, hasta hoy en día y que la galería presenta en un espacio moderador. Bajo una nueva dirección artística, Espacio Continuo propone una serie de exposiciones anuales. Como galería de arte moderno y contemporáneo trabajamos con artistas representados y nombre del segundo mercado.
Juliana Góngora, 1988. Observadora del musgo entre los ladrillos y de los poderes minúsculos. Trabaja con materiales primitivos y orgánicos: tierra, leche, sal, hilos de araña, granos de arena, piedras, vidrio. Colecciona condiciones escultóricas: fuerza, sutileza, presionar, esperar, suspender, humedecer. Como artista incita a la consciencia material y afirma que como especie necesitamos empezar a describir más nuestras acciones diarias en vez de exponer nuestros discursos de poder Le gusta estar pendiente de los procesos de transformación y ponerlos en tensión. Siente que la escultura es llevar la materia a la evidencia de que puede convertirse en su propio opuesto. La sal puede ser blanca, tosca y roer pero al mezclarse con agua se hace transparente y dúctil. El hilo de araña puede ser una estructura invisible y etérea pero a la vez fuerte y resistente. Los granos de arena pueden ser muy pequeños pero hacen parte de algo infinito. La piedras son testigo material de toda la fuerza humana, de toda su historia y sin embargo son un objeto mundano. Considera a la materia y la escultura un lenguaje transversal. El lente con el que ve el mundo, su forma de relacionarse y su forma de actuar. Siempre se cuestiona qué tan refinadas o pobres son sus acciones porque de eso va a depender su mundo material. La tierra es su principio de reflexión. Su piso. Se acercó a ella porque se le presentó un límite: el más humano de todos. Lidiar con algo más pesado que su cuerpo y tratar de controlarlo es un reto. Con ella entendió que la escultura no es investigación intelectual sino una relación con la materia que evoluciona con el tiempo. Aprendió sobre la paciencia. Que los procesos de la escultura, como los de la vida, no son inmediatos. Que arte y vida no se pueden distanciar. Que estamos enredados con la materia y nuestra relación con ella es física y humana. Entendió que no iba a jugar el doble juego del artista. Que lo que había elegido para su vida, el arte, iba a ser la vida misma. Lo más fácil es irse hacia un extremo. Lo más complicado es pararse en el campo de tensión. Saber qué tanta fuerza imprimo para lograr algo en la materia es una consciencia escultórica importante. Y piensa que la condición política de la escultura es permitirse dejar huella pensando siempre en la acumulación de fuerza que usamos para hacerla. De su exceso o escasez parte la violencia, el abandono, la entrega inconsciente. Cree que como especie necesitamos empezar a describir más nuestras acciones diarias en vez de exponer nuestros discursos de poder.
Juliana Góngora, 1988. Observadora del musgo entre los ladrillos y de los poderes minúsculos. Trabaja con materiales primitivos y orgánicos: tierra, leche, sal, hilos de araña, granos de arena, piedras, vidrio. Colecciona condiciones escultóricas: fuerza, sutileza, presionar, esperar, suspender, humedecer. Como artista incita a la consciencia material y afirma que como especie necesitamos empezar a describir más nuestras acciones diarias en vez de exponer nuestros discursos de poder Le gusta estar pendiente de los procesos de transformación y ponerlos en tensión. Siente que la escultura es llevar la materia a la evidencia de que puede convertirse en su propio opuesto. La sal puede ser blanca, tosca y roer pero al mezclarse con agua se hace transparente y dúctil. El hilo de araña puede ser una estructura invisible y etérea pero a la vez fuerte y resistente. Los granos de arena pueden ser muy pequeños pero hacen parte de algo infinito. La piedras son testigo material de toda la fuerza humana, de toda su historia y sin embargo son un objeto mundano. Considera a la materia y la escultura un lenguaje transversal. El lente con el que ve el mundo, su forma de relacionarse y su forma de actuar. Siempre se cuestiona qué tan refinadas o pobres son sus acciones porque de eso va a depender su mundo material. La tierra es su principio de reflexión. Su piso. Se acercó a ella porque se le presentó un límite: el más humano de todos. Lidiar con algo más pesado que su cuerpo y tratar de controlarlo es un reto. Con ella entendió que la escultura no es investigación intelectual sino una relación con la materia que evoluciona con el tiempo. Aprendió sobre la paciencia. Que los procesos de la escultura, como los de la vida, no son inmediatos. Que arte y vida no se pueden distanciar. Que estamos enredados con la materia y nuestra relación con ella es física y humana. Entendió que no iba a jugar el doble juego del artista. Que lo que había elegido para su vida, el arte, iba a ser la vida misma. Lo más fácil es irse hacia un extremo. Lo más complicado es pararse en el campo de tensión. Saber qué tanta fuerza imprimo para lograr algo en la materia es una consciencia escultórica importante. Y piensa que la condición política de la escultura es permitirse dejar huella pensando siempre en la acumulación de fuerza que usamos para hacerla. De su exceso o escasez parte la violencia, el abandono, la entrega inconsciente. Cree que como especie necesitamos empezar a describir más nuestras acciones diarias en vez de exponer nuestros discursos de poder.
Juliana Góngora, 1988. Observadora del musgo entre los ladrillos y de los poderes minúsculos. Trabaja con materiales primitivos y orgánicos: tierra, leche, sal, hilos de araña, granos de arena, piedras, vidrio. Colecciona condiciones escultóricas: fuerza, sutileza, presionar, esperar, suspender, humedecer. Como artista incita a la consciencia material y afirma que como especie necesitamos empezar a describir más nuestras acciones diarias en vez de exponer nuestros discursos de poder Le gusta estar pendiente de los procesos de transformación y ponerlos en tensión. Siente que la escultura es llevar la materia a la evidencia de que puede convertirse en su propio opuesto. La sal puede ser blanca, tosca y roer pero al mezclarse con agua se hace transparente y dúctil. El hilo de araña puede ser una estructura invisible y etérea pero a la vez fuerte y resistente. Los granos de arena pueden ser muy pequeños pero hacen parte de algo infinito. La piedras son testigo material de toda la fuerza humana, de toda su historia y sin embargo son un objeto mundano. Considera a la materia y la escultura un lenguaje transversal. El lente con el que ve el mundo, su forma de relacionarse y su forma de actuar. Siempre se cuestiona qué tan refinadas o pobres son sus acciones porque de eso va a depender su mundo material. La tierra es su principio de reflexión. Su piso. Se acercó a ella porque se le presentó un límite: el más humano de todos. Lidiar con algo más pesado que su cuerpo y tratar de controlarlo es un reto. Con ella entendió que la escultura no es investigación intelectual sino una relación con la materia que evoluciona con el tiempo. Aprendió sobre la paciencia. Que los procesos de la escultura, como los de la vida, no son inmediatos. Que arte y vida no se pueden distanciar. Que estamos enredados con la materia y nuestra relación con ella es física y humana. Entendió que no iba a jugar el doble juego del artista. Que lo que había elegido para su vida, el arte, iba a ser la vida misma. Lo más fácil es irse hacia un extremo. Lo más complicado es pararse en el campo de tensión. Saber qué tanta fuerza imprimo para lograr algo en la materia es una consciencia escultórica importante. Y piensa que la condición política de la escultura es permitirse dejar huella pensando siempre en la acumulación de fuerza que usamos para hacerla. De su exceso o escasez parte la violencia, el abandono, la entrega inconsciente. Cree que como especie necesitamos empezar a describir más nuestras acciones diarias en vez de exponer nuestros discursos de poder.