Ante América fue una exposición colectiva curada en 1992 por Gerardo Mosquera, Carolina Ponce de León y Rachel Weiss y organizada por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. Rescatar Ante América para esta sección propone activar su memoria en el presente con el fin de ponerla en correspondencia —a manera de palimpsesto— junto a un cúmulo de obras de artistas contemporáneos del hemisferio, colocando como centro de este relato a Bogotá, treinta años después de la conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América. Esta operación no pretende repetir el gesto radical emprendido por Mosquera, Ponce de León y Weiss sino revitalizar los fragmentos que han sobrevivido del archivo de aquella muestra para confrontarlos a las reverberaciones que en nuestro tiempo producen las nuevas nociones identitarias que plantean un escenario post estado-nación.
Hace treinta años se conmemoraba el Quinto Centenario del Descubrimiento de América, fecha que en una línea inexacta de tiempo podría imbricarse a la caída del Muro de Berlín, el desmembramiento de la Unión Soviética, la creación de la Unión Europea y los inicios de la globalización. La conmemoración de este hito histórico en el hemisferio quedó unida, para quienes la vivimos, a una serie de acontecimientos políticos, económicos y sociales que precipitaron el fin de la Guerra Fría y abonaron el terreno para el arribo inminente del internet. Si bien la red se desarrolló a mediados de los años ochenta, la ubicuidad de las plataformas digitales y la conectividad mundial demoraría una década más. Pero la llegada del internet no solo comunicó los rincones más apartados del planeta, sino que cambió radicalmente la relación entre el archivo y la memoria, poniendo en contraste las diferentes temporalidades sociales que atomizan al mundo.
Durante la transición previa a la explosión de la red se produjeron una serie de exposiciones de revisión historiográfica organizadas por curadores, entonces figuras emergentes generalmente formadas en el discurso teórico posmoderno. Estas exposiciones cuestionaron los modelos identitarios hegemónicos de las naciones americanas, manifestados en procesos de modernización que, o bien habían ignorado a las minorías, o bien fueron elaborados en la clave ideológica internacionalista de la Revolución Cubana. Dentro de estas exposiciones se destaca Ante América, muestra curada por Gerardo Mosquera (Cuba), Carolina Ponce de León (Colombia) y Rachel Weiss (Estados Unidos), y organizada en la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República de Colombia, cuyo enfoque crítico se articuló como una suerte de Caballo de Troya dentro del ditirambo del Quinto Centenario.
La década de 1990 en Colombia fue el escenario de continuos brotes de violencia entre el Estado y los carteles de la droga de Cali y Medellín, miembros de diferentes facciones de la insurrección armada de izquierda y grupos paramilitares. En este complejo tablero y pese a enfrentar una serie de complicaciones logísticas —entre ellas la crisis energética colombiana que comportó apagones de luz programados— se inauguró el 15 de octubre de 1992 en Bogotá el primer módulo de la exposición Ante América, dedicado a la fotografía y denominado Cambio de Foco, , seguido del módulo principal el 27 de octubre. Una vez concluidos ambos módulos el 20 de diciembre, la muestra viajó durante dos años a varias sedes internacionales gracias a una beca otorgada por la Fundación Rockefeller. El itinerario abarcó tres museos en América Latina y cuatro instituciones en los Estados Unidos: el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo, República Dominicana; el Museo Alejandro Otero de Caracas; el Museo de Arte de Queens en Nueva York; el Centro Cultural de la Raza en San Diego, California; El Centro para las Artes Yerba Buena de San Francisco, California; el museo Spencer de la Universidad de Kansas en Lawrence, Kansas; y el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de San José, Costa Rica. La museografía de la muestra en Bogotá estuvo a cargo del promotor, arquitecto y curador de Medellín Alberto Sierra. La exhibición incluyó un simposio teórico celebrado el 26 de octubre, donde participaron Ticio Escobar, Frederick Jameson, Antanas Mockus, Ivonne Pini, Mari Carmen Ramírez, José Alejandro Restrepo, Nelly Richard, Pere Salabert y Tomás Ybarra Frausto, entre otros. Ante América y Cambio de Foco reunieron trabajos de 36 artistas y fotógrafos de la región, incluyendo estadounidenses y los colombianos María Fernanda Cardoso, Antonio Caro, Beatriz González, María Teresa Hincapié, Miguel Ángel Rojas, Doris Salcedo y José Antonio Suarez Londoño.
Si bien fue una exhibición antimonumental y modesta en recursos, comparada con algunos de los proyectos fraguados por la conmemoración del Quinto Centenario en Europa y los Estados Unidos, Ante América logró urdir importantes conexiones simbólicas entre trabajos cuya reelaboración de la idea de identidad traspasaba los límites jurídico-geográficos dictados por los Estados nacionales. La selección heteróclita contemplada por los curadores deshilvanó el entramado de la producción artística contemporánea de aquel momento, destacando reflexiones inmersas en el tiempo histórico local, rescatando los rituales cotidianos y la memoria ancestral. Así mismo, con el ánimo de construir un diálogo creativo donde las formas no ocultan o embellecen los traumas de la historia, el enfoque híbrido de Ante América rechazó la tentación del monolingüismo para indagar en una multiplicidad de lenguas vulneradas por la violencia originada en las diásporas y los destierros forzados, las migraciones y las guerras civiles. Pero más allá del multiculturalismo académico, popularizado en museos e instituciones culturales en los años noventa, la inusitada y singular apuesta etno-poética de Ante América, y su pulsión archipelágica, la convirtieron en un referente fundamental para interpretar el clamor postcolonial del siglo XXI, sin los esencialismos tácticos propios de las luchas activistas o la pretendida intervención rupturista decolonial. Su mirada fue anticipadamente distópica y su poética una lección de hospitalidad que hoy hemos olvidado.
Si bien la llamada revolución digital que se inició con internet construyó un portentoso tejido internacional de comunicaciones que en el momento de su irrupción se describió como la autopista de la información, la virtualidad constitutiva a su estructura, aunada a una constante renovación tecnológica de sus plataformas, ha desmaterializado los registros tangibles de la memoria. Es por ello que la invención del internet ha producido problematizaciones medulares sobre la relación entre el archivo y su destrucción. En este sentido, aquello que destacados teóricos han llamado el archivo designa un vasto campo de objetos portadores de memoria que corren el peligro de desaparecer. El archivo se define en virtud de unidades de conocimiento especializado y parcial que a mediano y largo plazo podrían configurar constelaciones con otros archivos con el fin de recomponer o completar panoramas discursivos o historiográficos. Las exposiciones de arte temporales organizadas por curadores, árbitros del gusto o mediadores especialistas con competencias profesionales y formaciones distintas a las de un historiador (aunque no discrepantes), constituyen, sin duda, fuentes archivísticas. Ante América, como muchas de aquellas exposiciones realizadas en el período previo a la implementación general de la red, en el hiato abierto entre el modelo operativo analógico y mundo digital, adolecen del llamado mal de archivo. Su memoria corre el peligro de perderse por falta de vocación nemónica en las múltiples mutaciones tecnológicas de estructuras institucionales frágiles o por falta de recursos materiales para preservarla, dejando tras sí importantes vacíos documentales de proyectos que buscaban reescribir la historia del arte de América Latina dentro del espacio de un museo o de una galería.
La reposición de Ante América para Referentes de ARTBO | Feria 2022, busca activar su memoria con el fin de ponerla en correspondencia —a manera de palimpsesto— con un cúmulo de obras de artistas contemporáneos, colocando como centro de este relato a Bogotá, treinta años después del Quinto Centenario y coincidiendo con el capítulo de refundación social tras la pandemia. Esta operación no pretende repetir el gesto radical emprendido por Mosquera, Ponce de León y Weiss, sino revitalizar los fragmentos que han sobrevivido del archivo de la muestra para confrontarlos a las reverberaciones que en nuestro tiempo producen nociones identitarias que plantean un escenario post estado-nación. Si la definición de identidad cultural del hemisferio del presente pareciera no comprender al Norte (se rubrica como Sur Global), esta tampoco podría concebirse dentro de las fronteras geográficas trazadas después de los procesos de independencia ni podría pensarse en singular y solo a partir de las diásporas y las migraciones las naciones americanas, aunque estas sean moneda corriente del siglo XXI. Buena parte de la producción artística de la segunda década del milenio se ha desplazado a una indagación exhaustiva en la subjetividad, en un esfuerzo de ampliación de límites que permite reconfigurar la sexualidad y el género y hacer visible la expresión de comunidades excluidas en el pasado. También se recurre al archivo como concepción abierta de una historia del arte (o de la fotografía) que siempre será parcial e inabarcable y no exenta de un enfoque personal como proposición política. En este sentido, la noción de descubrimiento reelaborada y cuestionada por los curadores de Ante América, hoy se ha volcado hacia modalidades de iconoclastia que doctrinariamente recusan el relato de una historia contada desde la perspectiva de la colonización. A ello se suma la aspiración de minorías por la equidad racial, la crítica a la sociedad patriarcal, el derecho a la autodeterminación del género, la coexistencia plurinacional y las luchas medioambientales. Todo ello converge en la configuración del archipiélago como modelo para entender la diferencia. O como diría Anne Carson: « A healthy volcano is an exercise in the uses of pressure (un volcán saludable es un ejercicio en los usos de la presión)».
Curadora, escritora e investigadora independiente establecida en Brooklyn, Nueva York. Recientemente se desempeñó como Directora Artística del Malba, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (2019-2021). De 2004 a 2019 fue directora de Artes Visuales y curadora en jefe de Americas Society en Nueva York. También trabajó en la Fundación Cinemateca Nacional y el Museo Alejandro Otero en Caracas, y el Museum of Fine Arts de Houston. Ha curado y co-curado numerosas exposiciones de arte moderno y contemporáneo con artistas como Erick Meyenberg, Marta Minujín, Silvia Gruner, Carlos Cruz-Diez, Gordon Matta-Clark, Arturo Herrera, Leonilson, y Alejandro Xul Solar, entre otros. Asimismo, ha escrito para revistas y diarios como Gatopardo, Letras Libres, Revista Ñ (Clarin), Art in America, The Brooklyn Rail, Hyperallergic, Parkett y Art Nexus; y ha editado y escrito para publicaciones de arte. Actualmente desarrolla proyectos de curaduría independiente y el libro Estrategias de autosabotaje, arte y política en Venezuela 1959-1973.