Una artista se fuerza a sonreír por media hora.¹ El rostro de la artista se desfigura. Se esfuerza por seguir sonriendo todo el tiempo que puede y la tensión que transluce nos perturba.
¿Cuándo una sonrisa es real?
Toda sonrisa es fingida, pero no todo fingimiento es falso. Para sonreír, casi siempre hay que hacer el esfuerzo de sonreír. La pregunta es cómo estar en la sonrisa, cómo habitar la sonrisa de modo que se quiera estar allí. Pero para que se quiera estar allí además es necesario que en realidad se quiera estar allí.
Aquí estamos.
¿Podemos decir que volvimos?
Al menos, podemos decir que insistimos.
***
Han muerto muchos seres queridos estos últimos años. Unos por la pandemia. Otros por la violencia que sigue arreciando. Otros igual iban a morir.
Hoy los recordamos, y una lágrima amenaza con salir de nuevo.
Quienes trabajan en los hospitales han visto morir diariamente mucha más gente de la que nunca vieron morir antes. Y nunca dejaron de hacer lo posible por todos nosotros.
Hoy les damos las gracias por todo lo que abandonaron por cuidarnos.
_
¹Catalina Fernández Luengas, Resistencia.
Una familia se vio obligada a abandonar su casa. La violencia por el control de los territorios continúa invadiendo el campo y expulsando a sus habitantes, forzándolos a escampar en la ciudad.
Un artista conservó uno de los muros de la casa de esa pareja de ancianos.²
Un muro que nos recuerda todo lo que ya no está. Lo que ya no puede ser.
Hace menos de un año, finalizando un Gobierno que no quiso hacerse cargo de la responsabilidad del proceso de paz (que incluso amenazó con hacerlo añicos), se lanzó el informe de la Comisión de la Verdad. Allí se recogieron miles de testimonios de quienes han sido directamente afectados por la guerra de décadas que hemos vivido. Quienes investigaron, escucharon y organizaron esa información intentaron armar relatos y explicaciones para ayudarnos a entender cómo llegaron a pasar estos hechos. Y nos cuentan cómo, junto a los agentes culpables de los crímenes y las estructuras de poder que los dirigían, está también un sistema perverso que permea todo y no ha dejado de reproducirse.
Esa imagen de los campesinos trabajando la tierra ━ahora que ya no pueden hacerlo━ no deja (no dejará) de chuzarnos.
Una joven trae a esta exposición un memorial que recuerda la vida y desaparición de una familiar.³ Y nos hace partícipes del dolor que se establece ━para siempre━ en la familia de alguien asesinado, y la terrible constatación que debemos asumir como nación cuando en muchos de esos casos el Estado ha sido culpable o cómplice de los crímenes. Nos habla de los ríos, que en este país nos hemos acostumbrado a concebir como enormes tumbas.
Ríos que cargan y se llevan los cuerpos⁴ con la corriente. Agua que llueve a cántaros en la sala, como recordándonos que se trata de un ciclo que no termina nunca.⁵
La metáfora escogida: el agua, conecta y atraviesa todo lo que somos.
Me ha llamado la atención ver en tantos artistas el énfasis en los elementos: agua, tierra, aire, fuego. Es como si los tiempos que vivimos nos llevaran a buscar respuestas en lo esencial. Llegamos al punto, querámoslo o no, de preguntarnos por lo más básico, por lo fundamental… para encontrar allí las respuestas ante la pregunta por lo importante.
Y entre todos los elementos, es el agua el que más reclama atención. Tiene que ver con su naturaleza y, por supuesto, también con la naturaleza propia de nuestro país: un país de ríos y mares, de páramos y lagunas, de humedales y ciénagas.
No en vano el último Salón Nacional de Artistas se estructuró alrededor del río Magdalena, y la tragedia más fuerte que sacudió la política, la economía y la ecología nacional en la última década tuvo que ver con una hidroeléctrica, Hidroituango, que ha alterado radicalmente el río Cauca.
Los ríos nos hablan y ahora gritan, o gimen…
Hay una artista yanacona⁶ que entiende mejor que todos nosotros lo grave que es todo lo que está en juego con nuestros ríos. Ella, siguiendo las enseñanzas de sus mayoras, ha venido recorriendo los distintos momentos del río ━desde el nacimiento hasta su vertimiento convertido en cloaca que riega el vacío━ para hacer un reconocimiento a otras mujeres sabias que nunca han hecho oídos sordos a los reclamos del agua. Y junto a ellas realizó pagamentos, buscando decirle al río que sí hay quien se duela por sus sufrimientos.
Y aquí resalto otro leitmotiv que cada vez se hace más notorio en la práctica de los artistas hoy: la escucha.
¿Sí sabremos escuchar?
Está claro que no.
Cada día más estruendosos y más encerrados en nosotros mismos.
Entre los sonidos del ambiente que más extraño yo, de cuando era pequeño, está el de las chicharras. Y por eso me alegra tanto que una artista las traiga a esta exposición. Una artista de la escucha⁷, que nos trae también los nombres de tantos ríos como pudo recoger en su atarraya.
Pero los ríos no se dejan contener. O, al menos, hacen lo posible por seguir su propio curso. Y les gusta o quisieran no tenerse que ajustar a una forma precisa todo el año. En el mundo de tierra y agua hay muchas porosidades, muchos flujos y reflujos, expansiones y contracciones, barro y fango. No quisieran ser tan claros los bordes. No pueden serlo.
Muy distinto al sueño humano del concreto que quiere controlarlo y fijarlo todo.
En la sala de exposiciones, en una esquina, vemos un cuartito lleno de muebles que se amontonan unos sobre otros, todos sobre las patas de una mesa⁸. Una mancha oscura invade el borde inferior de las paredes. Y un televisor transmite las noticias, las desgracias y las luchas de quienes han tenido que convivir por años con el temperamento variable del río. Y transmite también su templanza.
Se trata de habitantes de los márgenes de la ciudad. Muchos de ellos campesinos sacados del campo como los dueños de aquel muro abandonado, que solo en estos bordes pudieron encontrar casa en la urbe.
Ese río caudaloso, desbordado, es demasiado real.
Y también una metáfora.
Porque la amenaza de la catástrofe tiene muchas formas.
¿Qué será lo que viene?
¿Lo que ha pasado es amenaza de algo peor por venir?
***
Todavía nos quedan los páramos. O eso pensamos. O eso quisiéramos pensar. Hay un tesoro que aún gotea, que es el origen: la fuente.
Alguien que viene de las montañas del sur de Colombia nos trae a esta exposición una pieza que hace patente cómo esa agua original es una joya⁹. O más valiosa que toda joya. O que, justo, esa idea de las joyas nos hace perder de vista lo que valen realmente las cosas.
La enfermedad del Covid-19 nos hizo conocer aquello que, de tan familiar, nunca lo habíamos notado del todo. Solo ahora fuimos conscientes de cómo cada mínima fracción de aire contiene un mundo, y que son miles de seres microscópicos los que entran a jugar por nuestro cuerpo cada segundo.
El coronavirus, con su modo radical de atravesar nuestras membranas, nos hizo conscientes de lo fundamental que es nuestra diaria interacción con esos mundos infinitesimales. Nos enfrentó de frente a la respiración y lo que implica el hecho de que estemos hechos todos de un mismo aire.
Nada más angustioso que cuidar la respiración de alguien más.
Nada más duro que acompañar a alguien que se ahoga y no poder hacer nada.
El aire atraviesa cavidades¹⁰ y se convierte en todo tipo de ruidos, suspiros y quejidos. Todo reverbera, vibra, se templa y destempla.
Mi respiración depende de la tuya.
Respiramos juntos, intentamos ser armónicos.
Necesito respirar. Y debo hacerlo de modo regular, tranquilo. Pero no puedo. Ser consciente de la respiración no me deja hacerlo bien.
Al respirar, aspiro el mundo y lo suelto.
Me hincho y me desinflo como una esponja.
Y esa esponja, que es la herramienta de trabajo de la artista cuando labora para sobrevivir, se llena de agua con toda esa mugre que toca limpiar. Y luego la escupe. Se llena y la escupe.¹¹
Y lo hace una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez…
Y ella misma es la esponja y tiene que sacudirse después de tanta cosa que le ha tocado tragar. Y le cuesta retomar el aire.
Pero lo hace.
***
¿Cómo cargamos unos con otros?
¿Cómo llevamos a nuestros antecesores a cuestas?
Hacernos cargo de nuestro padre ahora que nos necesita nos trae el recuerdo de tantas veces que él nos cargó antes¹².
Nos damos cuenta de que incluso cuando estamos lejos lo seguimos cargando, así como él, esté donde esté, nos sigue llevando encima. Y nos damos cuenta de que, además, no podemos con su peso. Así como, muchas veces, en realidad no es un peso, sino una fuerza que nos hace la vida ligera.
¿Qué quiere decir ser un hombre?
¿Qué aprendimos de él?
¿Cómo luchamos por ser otro?
Dejamos la casa del padre, dejamos el campo y nos fuimos a vivir a la ciudad.
A una de esas torres de apartamentos.
Aún compartimos el cielo.
Y el suelo que nos hala.
Atravesamos un tiempo oscuro. Y en la mitad del camino, de repente, vimos el mundo arder. Y lo escuchamos crujir.
Allá, en Estados Unidos, le prendieron fuego a una ciudad. La comunidad afroamericana reaccionó indignada ante el asesinato de un hombre negro por parte de la Policía. Y nosotros lo vimos en nuestras pantallas. Vimos, entonces, caer monumentos coloniales en ciudades del Norte. Ver el mundo arder¹³.
¿Qué tanto podemos acercarnos al fuego?
¿Ese fuego que arde en la pantalla es real?
¿Qué pasará cuando vea en mi pantalla que la ciudad que arde es mi propia ciudad?
¿Qué haré?
Este encierro es algo muy raro. Ya llevo más de tres meses sin salir de mi apartamento y ya no me hallo. Me pierdo en mí. ¿Dónde está la realidad? ¿Podré volver a tocarla? Estiro mi mano hacia la ventana¹⁴ y ese calor que me abrasa me hace sentir que el mundo todavía está allí, que no me he perdido en mi cabeza.
Pero la comida que llega de los domicilios me dice otra cosa. Ya no queda nada real. Todo es de plástico: todo viene envuelto en chuspas y más chuspas, en horribles cajas de icopor, todo se vuelve más y más basura que no se deja disolver en el mundo.
Y, sin embargo, lanzo mi mano y encuentro que todavía, un poco más allá, no tan lejos, está la tuya. Cuento contigo. Siempre he contado contigo. No me entiendo sin ti. Nacimos en la mitad de la tragedia y nos hemos pasado la vida sobreviviendo.
Y sabemos que contamos la una con la otra .
Pase lo que pase.
En la mitad del camino en el Llano profundo decidimos tomar un desvío y meternos en ese viejo lote abandonado. Se ven las ruinas que va dejando el petróleo al tomarse el territorio. Todo está cubierto de maleza. Y cuál no sería nuestra sorpresa al encontrarnos con ese esqueleto de caballo en la mitad de un pastizal.
Esos huesos, allí, en el suelo, en la posición que tienen los caballos cuando no dan más, cuando resulta imposible moverlos. Cuando ni el llanero más experimentado puede conseguir que retomen el paso.
Esa bestia muerta¹⁶, restos de una cultura que parece condenada a desaparecer.
Y al salir del Llano y entrar en la ciudad, damos con el Museo Voraz¹⁷: colección inmaterial de una hábil mentirosa que lleva años robando piezas de artistas mujeres. Y en las paredes ha organizado las piezas que en su casa-museo corresponden a la sala de «seres vivos».
Seres como los encontramos al girar para contrastar la presencia, en pleno espacio ferial, de unas gallinas en un corral.¹⁸
━¿Será que nos equivocamos y al dar la vuelta pasamos a Agroexpo?
━No, no nos equivocamos. Las gallinas están aquí como parte de una obra de arte.
Y están ahí, en la sala de exposición, enfrentadas a sus retratos al óleo al mejor estilomanera de la Escuela de Flandes. ¿Será que se arma un escándalo? ¿Se pueden tener gallinas vivas en una exposición?
El artista quiere jugar con todo esto, y ha propuesto una obra (¿de teatro?) en la que se ofrecen las gallinas en adopción y quien quiera cuidarlas recibirá uno de los cuadros en retribución. Hay contrato de por medio, que se exhibe también, y se cumplen todas las normas vigentes por las entidades oficiales a cargo del cuidado de los animales.
Pero lo que a mí más me interesan son los retratos: ¿Podrán las gallinas verse a sí mismas pintadas? ¿Qué está vivo de las gallinas en esos cuadros? ¿Cómo habrá sido el intercambio de miradas entre el artista y la gallina mientras la pintaba? ¿Qué habrán reconocido de lo que tienen de común y de extraño?
Este tipo de preguntas filosóficas sobre la relación entre humanos y animales es el motivo del video¹⁹ que tenemos en la sala justo al lado. Allí, una entrevistadora acorrala a una filósofa con sus inquietudes sobre la animalidad.
Pero claro, es todo teatro. Y hay una trasescena que no conocemos. El video adapta una situación que tuvo lugar hace unas décadas: Deleuze, el filósofo francés, improvisó reflexiones sobre los animales en una serie de entrevistas para la televisión.
En el performance inquietante que trasluce, la artista entrena a la actriz para comportarse y hablar como el filósofo. Le dice cuándo están bien sus movimientos y cuándo no. La entrena como se entrena a un perro.
Y nos pone a pensar en el adiestramiento. En el modo en que nos hacen artistas, y en las formas en que nos domestican y entrenan.
***
Este es un espacio de transición. Quiere hacer un corte. Recuerda un enterramiento,²⁰ pero también recuerda una huerta.
Hay vestigios de muerte, pero también de germinación.
Es sobre todo una invitación a reconocer el lugar de la tierra, cómo se expresa en ella el ciclo de la existencia, cómo lo orgánico se descompone para dar de nuevo origen a la vida.
Y trae de nuevo el campo a la exposición: el trabajo de la tierra para sembrar y cosechar los alimentos.
No se puede ir a trabajar. Las autoridades, para luchar contra la pandemia, deciden encerrar a los ciudadanos: ¡se decreta la cuarentena! ¡Serán castigados, multados y encarcelados quienes no cumplen las normas! ¡Hoy a mercar solo salen los hombres y mañana las mujeres! ¡Los pares y los impares!
Los alimentos suben de precio. Los niños no pueden ir al colegio. Los que viven del día a día no tienen con qué traer comida a la casa. ¿Hasta cuándo podrán resistir? ¿Cómo luchar contra el hambre? ¿Cuándo nos tomaremos el hambre en serio? Se erigen banderas rojas en las casas. Las políticas asistenciales del Estado generan un caos de desinformación²¹.
Las contradicciones en las que vivimos se acrecientan: Los ricos se van a vivir al campo. Otros tienen con qué sobrevivir por un tiempo, compran víveres, se aprovisionan. Otros que viven del día a día les resulta mucho más dura la incertidumbre.
¿Hasta cuándo va a durar esto?
Y quienes más duro la tienen, se chocan contra un muro.
Esto tiene que reventar en algún momento.
***
Hay muchas ciudades en una. Cada forma de habitar tiene una historia. Hay edificios, hay conjuntos y hay barrios. Hay casas rodeadas de jardines y vigilantes. Las formas de convivir son muy distintas. Unos vecinos se conocen, otros no se han visto nunca, otros han hecho el barrio juntos. Hay hogares donde cada elemento nos cuenta de los esfuerzos por ir armando el espacio propio, donde todo está hecho a partir de elementos que han debido ser buscados, cargados y armados por sus propios habitantes.
En los márgenes se va haciendo la ciudad, entre todos, puño a puño con los escombros²².
¿Qué nos dice cada casa de quien la habita?
¿Qué nos dice un barrio de quienes viven allí?
¿En dónde podemos hablar de una comunidad?
La pandemia nos puso a prueba. Las ollas comunitarias vinieron a recordar el origen del cuidado común y de la fuerza del encontrarse.
En el gran espacio abierto, al fondo, una columnata recuerda el edificio del Congreso, o algún otro de esos palacios de evocación griega o romana. En el centro, un tótem juega el rol de monumento. Y alrededor, somos testigos de obras que traen a Artecámara distintas formas de movilización y protesta.
Pero en este caso las columnas son móviles²³: están hechas de cientos de hilitos que llueven del techo y se anclan a pequeños pesos en el suelo. Desestabilizan aquello que debe ser fijo, y juegan con la ambigüedad de ser espacio límite y contenedor. Son columnas y también rascacielos. En el curso de los días, sus artífices van moviendo los hilos: transformando las formas y creando nuevos espacios.
Y el tótem en el centro de la plaza, hecho de tierra, quiere ser antimonumento²⁴.
Torre de tierra hecha de capas de distintas tonalidades: a mí me gustaría pensar que lo que el tótem hace es invocar un acto mágico para hacernos sentir que penetramos el fondo de la tierra. Que al mirar hacia arriba ya no lo hacemos desde el suelo, sino desde una gran excavación. La artista extrae capas tectónicas y, al erigirlas, lo que en realidad consigue es hundirnos y ponernos a detallar los anillos de tiempo que van acumulándose allí.
Atravesando la plaza, se estira una larguísima tela que una joven estudiante hala en silencio²⁵. La gente no sabe bien de qué se trata y procura seguir su propio camino, ya sea por encima o por debajo de la tela, o dando toda la vuelta a su alrededor. La tensión expresa el esfuerzo: el peso de la tela es enorme y, sin embargo, vemos cómo se tensa y nos cuenta de lo que está pasando por el cuerpo y la mente de la artista como si fuera una cuerda musical.
Mientras tanto, llenan el aire los gritos y tambores de tantas otras mujeres que han salido a llenar las calles durante meses, dándole un giro feminista ━potente, generoso, trasgresor y multifacético━ a las movilizaciones²⁶.
Las vemos defendiendo las causas feministas desde sus diferentes organizaciones, participando valientemente de las primeras líneas con sus escudos y cascos, trabajando en las ollas comunitarias, liderando los grupos indígenas en la resignificación de los monumentos coloniales, defendiendo los derechos y la participación de la comunidad trans.
Y entre ellas, algunas colaboran registrando en fotografías y videos la lucha²⁷, haciéndolo con el mismo coraje de las manifestantes.
Complicidad que está hecha también de mucho dolor y no desconoce una violencia patriarcal que ha marcado generaciones y se agravó aún más durante la cuarentena, pues muchas mujeres quedaron encerradas en sus casas con varones abusadores.
En la plaza del reloj de Cartagena ━testigo de múltiples violencias cotidianas contra las mujeres━ una joven exhibió un muestrario de telas tejidas con las figuras de los cuerpos de mujeres que fueron víctimas de feminicidio en los meses recientes. Y lo hizo con el propósito de plantear una conversación difícil con quienes, curiosos, se detenían ante el extraño dispositivo. Se encontró con mujeres que la abrazaron y compartieron sus propios vejámenes, y con hombres poco dispuestos a reconocer sus abusos cotidianos, pero que sorprendidos se abrieron un poco más de lo que suelen hacerlo.
En esta Plaza de Artecámara estará ━de cuerpo presente━ un heredero del pueblo Lucumí²⁸, comunidad que fue esclavizada y marcados con ese nombre, que señalaba su origen africano, al llegar al puerto de Cartagena. Evocando todo lo que implica el «sello» y la «marca» colonial, él estará sellándose la piel una y otra vez con su apellido, que conserva toda la historia de sus ancestros.
Una historia de tránsitos, de opresión y rebeliones que ha encontrado en América, en los carnavales, y en la música, su lugar de emergencia más incontenible.
En la esquina de la plaza, damos con testimonios de una larga investigación²⁹ sobre el lugar de los seres fantásticos en estas fiestas. Y podemos ver su manifestación en distintas festividades y comunidades del Caribe colombiano, pero también en México y otros países. Atravesando el océano, la investigación nos lleva a reconocer los enormes paralelos con lo que tiene lugar en África, para acercarnos a toda una ritualidad que sobrevive en el marco de múltiples procesos de blanqueamiento en todo el mundo.
De esa historia de esclavización y migraciones, de escapes frente a un imperio que impone un sistema de dominación y racismo, nos hablan esas trenzas³⁰ que, ondeando, arman un laberinto en el que nos perdemos.
Trenzas que, en la comunidad afro, de mujer a mujer han creado una trama de solidaridades. Trenzas que escondieron mapas de libertad para que unxs pudieran seguir a otrxs en la oscuridad hacia el palenque. Trenzas que han conservado la ligazón de una comunidad.
Pero mantener la fuerza, la colectividad y la vitalidad ha costado la vida. Algo que sigue pasando para tantos espíritus rebeldes en el país.
En la Universidad del Atlántico unos estudiantes fueron asesinados en una explosión y acusados de ser ellos los causantes de su propia muerte. Pero su memoria se mantiene, y su rebeldía es evocada con el proyecto ¡Explota-Explota! que lleva el nombre de una planta que crece rebelde en los descampados³¹.
La sede de la Universidad donde quedaba la Facultad de Artes está en ruinas, sus techos cayeron, y, sin embargo, los estudiantes se tomaron el espacio para reactivarlo y mantener viva la llama de la rebeldía que protesta contra el abandono del Estado.
Pero la plaza tiene otro camino de salida. Las columnatas, del otro lado de los carnavales, dan paso a otro archivo de ruinas. En este caso, edificios que dan cuenta de los deseos ocultos de nuestras ciudades de ser otra: ser Roma, Washington, Miami…
La historia del narcotráfico en Colombia es una telenovela, una película de cine negro, una tragedia griega, una comedia sórdida. Y allí sobresale el deseo de tener una mansión, un palacio, y por qué no, un capitolio con columnas dóricas.
Y así como se desbarata esa fachada, se desdibuja la máscara.
Proponemos un Archivo General Narco (AGN)³² que nos ayude a entender esos intríngulis de la historia nacional que ha sido protagonizada por dineros calientes. Y lo hacemos reconociendo que la historia está hecha de narraciones, y que nuestro cuento no se puede armar solo con documentos que remitan a los hechos, sino que debe incluir las múltiples versiones de ficción que han ido configurando la imagen que tenemos de lo que somos.
Son tantas capas, apiladas una sobre otra, delgadísimas, las que se han venido acumulando, que ya no sabemos qué es máscara y qué es rostro. Como si fuera un villano de Scooby-Doo, quitamos una máscara solo para encontrar otra.
Nuestro Archivo ha invitado a un experto en semiótica³³ para realizar esta operación de descascaramiento a una fachada mafiosa de una película que, en la ficción, tiene lugar en Cartagena. Este juego de espejos deformados entre el Norte y el Sur, de tráficos y guerra descarnada, se vive sobre el océano y en las pantallas. Y vemos cómo una sola imagen, en apariencia trivial, puede estar cargada de tanta riqueza y perversidad que se nos puede explotar la cabeza.
Mientras tanto… vemos cómo un edificio icónico, el edificio Mónaco, quizás el palacio-búnker supremo de nuestro emperador narco, es demolido en Medellín para expurgar todos nuestros pecados³⁴.
A la demolición asistió mucho público, y la gente «de bien» pudo verlo desde el palco proveído por un club cercano. Y cerca de ellos también estuvo un artista con la firme obsesión de marcar el momento y de registrar el acontecimiento.
Todo como parte de un gran proyecto crítico de revisión de los modos institucionales de lidiar con la memoria, que acompaña el registro de la demolición con un conjunto muy potente de reflexiones y de otros documentos que sin duda enriquecerán grandemente nuestro AGN.
La cuarentena aceleró y explicitó el proceso que ha llevado a que lo virtual se funda con lo real hasta el punto de que ya posiblemente habitemos más el entorno virtual que el viejo ambiente material.
Lo que sea que fuese una casa, o un apartamento, o un edificio, se ha visto trastornado no solo en su construcción, sino conceptualmente a tal punto, que una ventana ya nunca volverá a ser lo que era.
Las ventanas de hoy ya no dejan pasar la luz, sino que cargan con ella.
Pero lo virtual no es nuevo. Lo virtual, en realidad, tiene siglos y está hecho de imágenes y narraciones. Y estas imágenes, en sus distintas facetas, van recreando la noción de lo que somos. Y justo la invención de la fotografía ━al fijar imágenes del pasado━ trastornó para siempre la memoria.
En el barrio Kennedy, alguien invita a un juego a sus vecinos: los deja ver fotos de su álbum familiar en las ventanas de su casa³⁵, poniendo así en público lo más privado y creando un nuevo espacio de convivencia en medio de la dura cuarentena.
Y mientras tanto, unas calles más al oriente, un negocio³⁶ que había sido concebido antes de la pandemia encontraba durante ella un boom insospechado. A través de youtubers reconocidos, se vendía un servicio cuya demanda aumentó exponencialmente en los días de encierro y soledad crónica: sucedáneos de amor virtual, nuevos vínculos familiares ficticios y un manual para abandonar la vida de modo cómodo y placentero.
¿Quedaremos condenados al amor solo en las pantallas?
¿Todo vínculo habrá quedado herido de muerte?
La precarización laboral mostró su cara más cruel en el encierro, ya que a quienes no tenían trabajo formal se vieron enfrentados a la imposibilidad de acudir a los múltiples modos de rebusque que ofrece la calle.
El campo artístico ha sido desde siempre el paradigma y punta de lanza del modelo precario de trabajo. Cada uno en lo suyo para luego enfrentarse a una competencia sin cuartel en la que solo muy pocos serán beneficiados por la lotería del éxito.
La diversificación y masificación de las carreras profesionales han convertido a las universidades en factorías de deseos insatisfechos³⁷.
Une solitarie y valiente reportere de redes sociales³⁸ se aventuró, en un evento artístico, a entrevistar a participantes y visitantes (en su mayoría jugando el doble rol) sobre su visión de esa situación. En su programa, una de las secciones consistía en una ruleta, que todos los entrevistados debían activar. Esta prometía el premio para une sole de les participantes: nadie ganó.
A la salida del parque, un gran aviso³⁹ consignaba la protesta del gremio artístico.
Aquí estamos expuestos, todos contra todos, esperando nuestro premio.
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²Diego Vergara Daza, Chacra y boñiga.
³Paula Andrea Solarte Espinosa, Testimonios.
⁴Karen Moya, Instrucciones para flotar en un río de agonías.
⁵Karen Moya, Y entonces, la lluvia llegó.
⁶Jenniffer Ávila Jordán / Phuyu Uma. Mandatos de la abuela agua.
⁷Julia Bejarano López, Entretierras, Entrechicharras.
⁸Dayana Camacho Rodríguez, Cataclismo.
⁹Samuel Lasso, SED.
¹⁰Felipe García López, Respiradores.
¹¹Catalina Fernández Luengas, Indicativo de supervivencia I.
¹²Luis Sebastián Sanabria Ardila, Entre pecho y espalda.
¹³Carolina Charry Quintero, No quiero la noche sino cuando la aurora.
¹⁴Catalina Fernández Luengas, Plástico
¹⁵Azul y Lindy Márquez Holguín, Origen del vacío.
¹⁶Mariana Cristina Vargas Perilla, Una bestia muerta.
¹⁷Angélica Ávila Forero, Museo voraz.
¹⁸Jose Ricardo Contreras González, Ellas.
¹⁹Yeraldín Rosero Vallejo, Animal civilizado.
²⁰Alejandro Valencia, El Hombre es como las plantas.
²¹Jerson Murillo González. Nosotros el Sur: Hambre, epidemia perenne
²²Víctor Cerón Narváez, Estructura personal M.N.E.
²³Moisés Londoño Bernal y Tania Hernández García, Proximidad.
²⁴Luisa Fernanda Aristizábal Salazar, Contramonumento.
²⁵Mariana Angulo Cortés, Ausencia.
²⁶Luisa Carolina Vélez Hurtado, Mirarnos, reconocernos y retratarnos entre mujeres.
²⁷Luisa Carolina Vélez Hurtado, Hiladores de memoria.
²⁸Jean Carlos Lucumí Ortiz, Validar.
²⁹Camilo Pachón, Un Oburoni más (diez años en tránsito).
³⁰Laura Campaz, Senderos encriptados.
³¹Karen Julieth Moya Pedraza, Soy explota-explota.
³²Manuela Vélez Ortega, Fondo visual del AGN (Archivo General Narco).
³³Miguel Ángel Escobar Ramos, Una imagen de una fachada.
³⁴Mauricio Carmona Rivera, Expurgo (edificio Mónaco).
³⁵Jonathan Alexander Chaparro Moreno, Los ojos de la casa.
³⁶Felipe Alejandro Lozano Hurtado, La soledad en los tiempos de Netflix.
³⁷Felipe Alejandro Lozano Hurtado, Los jóvenes mártires.
³⁸Jean Poul Vélez Padilla, NotiGay.
³⁹Daniel Felipe Rodríguez, Sin título (Todos contra todos).
Estudió matemáticas y filosofía, y encontró en la curaduría un espacio para la investigación y puesta en común de problemáticas clave en el contexto contemporáneo. Trabajó como curador en el Museo La Tertulia (Cali), entre 2014 y 2021, haciendo parte del proyecto de renovación, dinamización y conexión con la ciudad. Fue el director artístico del 45 Salón Nacional de Artistas que tuvo lugar en Bogotá en 2019, coordinando una serie de curadurías que incluyeron, además de las exposiciones, un amplio programa de acciones, publicaciones, proyectos colectivos y de educación, y que asumió lo digital como un espacio de gran importancia.
Jueves / 27 de octubre
12:00 m. - 8:00 p. m.
ARTECÁMARA
Proximidad
Performance de los artistas Moisés Londoño Bernal y Tania Hernández García
2:00 p. m.
FORO
Animal Civilizado
Performance del artista Yeraldin Rosero Vallejo
4:00 p. m.
ARTECÁMARA
Ausencia
Performance de la artista Mariana Angulo Cortés
5:00 p. m.
FORO
Premiación Artecámara
6:00 p. m.
ARTECÁMARA
Nosotros el Sur: Hambre, epidemia perenne
Activación de la pieza del artista Jerson Murillo González
Viernes / 28 de octubre
12:00 m. - 8:00 p. m.
ARTECÁMARA
Proximidad
Performance de los artistas Moisés Londoño Bernal y Tania Hernández García
4:00 p. m.
ARTECÁMARA
Ausencia
Performance de la artista Mariana Angulo Cortés
5:00 p. m.
ARTECÁMARA
Validar
Performance del artista Jean Carlos Lucumí Ortiz
6:00 p. m.
ARTECÁMARA
Nosotros el Sur: Hambre, epidemia perenne
Activación de la pieza del artista Jerson Murillo González
Sábado / 29 de octubre
12:00 m. - 8:00 p. m.
ARTECÁMARA
Proximidad
Performance de los artistas Moisés Londoño Bernal y Tania Hernández García
4:00 p. m.
ARTECÁMARA
Ausencia
Performance de la artista Mariana Angulo Cortés
6:00 p. m.
ARTECÁMARA
Nosotros el Sur: Hambre, epidemia perenne
Activación de la pieza del artista Jerson Murillo González
8:00 p. m.
Domingo / 30 de octubre
3:30 p. m.
ARTECÁMARA
Validar
Performance del artista Jean Carlos Lucumí Ortiz
4:00 p. m.
ARTECÁMARA
Ausencia
Performance de la artista Mariana Angulo Cortés
4:30 p. m.
FORO
Conversaciones Artecámara
6:00 p. m.
ARTECÁMARA
Nosotros el Sur: Hambre, epidemia perenne
Activación de la pieza del artista Jerson Murillo González