La propuesta de Galería La Cometa para ARTBO 2023 busca explorar el rol del coleccionista como creador a través de un proceso de selección, y el del galerista como constructor de un programa que nutre esas colecciones. Esto, a través de una selección de obras que exploran, por un lado, los límites de la experimentación formal y por el otro, reflexionan sobre la conexión entre arte y realidad.
Las obras de los artistas seleccionados no solo muestran procesos creativos únicos; también son reflejo de su esfuerzo continuo para desafiar, entre otros, la invisibilidad, la marginalidad, y el género.
Galería La Cometa fue creada en 1998 en Bogotá con el propósito de participar en el desarrollo y en la expansión de la escena artística local. Desde entonces ha sido un espacio enfocado en la exhibición, circulación y comercialización de proyectos de artistas colombianos y latinoamericanos.
Con sedes en Bogotá, Miami, Medellín y Madrid, trabajamos desde dos líneas: La Cometa Contemporary y La Cometa Masters. En la primera, las distintas exploraciones materiales y conceptuales se ven representadas en un programa artístico que responde a las investigaciones, preguntas y sensibilidades de nuestro tiempo. Por su parte, La Cometa Masters se centra en la revisión de la obra de artistas que han sido fundamentales para comprender la producción artística contemporánea en Colombia y Latinoamérica.
Miguel Ángel Rojas es un artista conceptual cuya obra aborda el género, la identidad, la economía, la política, la ecología y las relaciones de poder. Ha explorado desde los documentos fotográfi- cos de encuentros gay clandestinos en los cine- mas del centro de Bogotá en los años setentas, hasta las relaciones entre el narcotráfico y las élites de poder. Esta mirada crítica siempre presente en sus imágenes lo ha llevado a denunciar las causas y consecuencias generadas por el conflicto armado a las comunida- des marginadas de Colombia, así como los daños en los territorios causados por las empresas extractivis- tas -legales e ilegales-, y la guerra contra las drogas. Esto, sin dejar de lado temáticas de carácter más personal, con la elaboración de propuestas que le han permitido ahondar en una introspección crítica e íntima de su ser, en una búsqueda por reafirmarse como individuo. La libertad de trabajar con temas y materiales mar- ginales incitó al artista a aproximarse a diferentes medios como el grabado, el dibujo, la pintura, el video, las reducciones fotográficas y la instalación de maneras innovadoras. Estos se erigieron como medios idóneos para el despliegue de patrones temá- ticos simbólicos y conceptuales. Su práctica artística se desarrolla entonces en tres grandes líneas: la ima- gen, la materia y los textos. Las imágenes resultan en piezas bidimensionales, tridimensionales, videos, súper 8 y sonido. Su exploración material ha pasado por las secreciones corporales, la hoja de coca, los billetes de dólares, el oro, entre otros. Los textos los emplea asociados a las imágenes y en obras plena- mente textuales en las que la materia es importante.
Carlos Castro es un incansable explorador e intérprete del anacronismo. Su trabajo parte de la apropiación de imágenes históricas y la recontextualización formal y simbólica de los objetos encontrados. Su obra explora la identidad individual y colectiva al señalar puntos de vista y narrativas ignoradas en el relato histórico mientras se nutre de imágenes y referencias históricas que son resignificadas en el presente con ironía. Sus piezas cuestionan la narración hegemónica y sus referentes estéticos, así como quiénes son los que tradicionalmente han sido representados y quiénes han sido invisibilizados. Castro rompe con lo conocido, cuestiona y quiebra el pasado para ponerlo al servicio de la imagen poética. Una de las líneas recurrentes en la obra de Carlos es la resignificación de imágenes que provienen del imaginario colectivo para facilitar su lectura y apreciación. Lo nacional, lo militar, lo monumental y la historia extraoficial son esenciales en su búsqueda. Castro explora el sarcasmo y la sátira que ya se indagaba desde el arte folclórico medieval para llevarla hasta los miedos, los castigos modernos, los personajes y las historias que han creado los mitos contemporáneos de una nación. A Castro le interesa aprender sobre los procesos históricos y los eventos culturales que le han generado fascinación. Por eso trabaja con imágenes y objetos que ya cuentan con una historia en sí mismos: ve su atemporalidad y los reconceptualiza para evidenciar la forma en que microhistorias contemporáneas pueden comunicarse y conectarse con la gran historia universal. Este método de entendimiento de su contexto lo lleva a entender sus propias fuentes, su identidad, a dónde va; lo hace reflexionar con su propia vida.
Las obras de Adam Goldstein van más allá de lo puramente visual, al lograr encajar lo infinito dentro de lo limitado. Con reminiscencias a las más puras tendencias de la abstracción provenientes del siglo XX, trabaja la luz y el color, elementos que, desde entonces, moldean la dimensión etérea de lo abstracto y actúan a manera de capas dinámicas de materia que fusionan la misteriosa profundidad con la evidente superficie. El color es usado por Goldstein como una mediación entre estas complejas capas matéricas y, al entrar en diálogo con la luz cambiante, nos revelan el instante poético al que se accede. Goldstein trabaja principalmente con el óleo mediante una técnica singular que le permite experimentar de manera aleatoria con la luz y con el color en busca de la supremacía de lo plano y armonizar la saturación de tal manera que el color se convierte en un ligero cuerpo que se balancea entre ondas de luz. La suma de la superposición de capas de colores, de la levísima borradura de los trazos y la indeterminación entre un color y otro, genera puntos en los que la indistinción entre un color y otro forma una especie de umbral y la ilusión de una pintura invisible, una instancia sensorial inmaterial a la que el observador es guiado cuidadosamente. El trabajo rítmico con el que el artista vierte y distribuye las densas capas de color sobre la tela otorga a cada obra el valor de una danza que gravita de un lado a otro de la superficie. En este baile, en el que se sostienen la luz y el color, la mirada del espectador atraviesa la dimensión de lo material y logra conectarse con lo intangible.
Las obras de Adam Goldstein van más allá de lo puramente visual, al lograr encajar lo infinito dentro de lo limitado. Con reminiscencias a las más puras tendencias de la abstracción provenientes del siglo XX, trabaja la luz y el color, elementos que, desde entonces, moldean la dimensión etérea de lo abstracto y actúan a manera de capas dinámicas de materia que fusionan la misteriosa profundidad con la evidente superficie. El color es usado por Goldstein como una mediación entre estas complejas capas matéricas y, al entrar en diálogo con la luz cambiante, nos revelan el instante poético al que se accede. Goldstein trabaja principalmente con el óleo mediante una técnica singular que le permite experimentar de manera aleatoria con la luz y con el color en busca de la supremacía de lo plano y armonizar la saturación de tal manera que el color se convierte en un ligero cuerpo que se balancea entre ondas de luz. La suma de la superposición de capas de colores, de la levísima borradura de los trazos y la indeterminación entre un color y otro, genera puntos en los que la indistinción entre un color y otro forma una especie de umbral y la ilusión de una pintura invisible, una instancia sensorial inmaterial a la que el observador es guiado cuidadosamente. El trabajo rítmico con el que el artista vierte y distribuye las densas capas de color sobre la tela otorga a cada obra el valor de una danza que gravita de un lado a otro de la superficie. En este baile, en el que se sostienen la luz y el color, la mirada del espectador atraviesa la dimensión de lo material y logra conectarse con lo intangible.
Después de formarse como ingeniero civil, Fernando Pinto decidió inclinarse por el arte, específicamente por la escultura en piedra, un oficio que estudió e interiorizó en Pietrasanta, Italia, lugar de culto de la exploración escultórica. Su trabajo es, a toda costa, una defensa del oficio escultórico y de su esencia. Aunque adaptado a una estética y contexto contemporáneo, su trabajo puede considerarse tradicional desde muchas ópticas. Si bien Pinto trabaja con piedras tradicionales del arte escultórico como el mármol y el granito y las adapta a su realidad, sus piezas también revelan el potencial escultórico de las piedras que habitan nuestra cotidianidad, como la piedra del parque o la piedra que descansa al borde de la carretera, materias primas que utiliza para exaltar las características innatas que tiene el material. Su escultura está muy ligada al concepto de la reconexión, de la energía de la tierra, por esto considera a sus piezas como seres vivos que afectan y son afectados por los elementos de su alrededor.
Después de formarse como ingeniero civil, Fernando Pinto decidió inclinarse por el arte, específicamente por la escultura en piedra, un oficio que estudió e interiorizó en Pietrasanta, Italia, lugar de culto de la exploración escultórica. Su trabajo es, a toda costa, una defensa del oficio escultórico y de su esencia. Aunque adaptado a una estética y contexto contemporáneo, su trabajo puede considerarse tradicional desde muchas ópticas. Si bien Pinto trabaja con piedras tradicionales del arte escultórico como el mármol y el granito y las adapta a su realidad, sus piezas también revelan el potencial escultórico de las piedras que habitan nuestra cotidianidad, como la piedra del parque o la piedra que descansa al borde de la carretera, materias primas que utiliza para exaltar las características innatas que tiene el material. Su escultura está muy ligada al concepto de la reconexión, de la energía de la tierra, por esto considera a sus piezas como seres vivos que afectan y son afectados por los elementos de su alrededor.
Después de formarse como ingeniero civil, Fernando Pinto decidió inclinarse por el arte, específicamente por la escultura en piedra, un oficio que estudió e interiorizó en Pietrasanta, Italia, lugar de culto de la exploración escultórica. Su trabajo es, a toda costa, una defensa del oficio escultórico y de su esencia. Aunque adaptado a una estética y contexto contemporáneo, su trabajo puede considerarse tradicional desde muchas ópticas. Si bien Pinto trabaja con piedras tradicionales del arte escultórico como el mármol y el granito y las adapta a su realidad, sus piezas también revelan el potencial escultórico de las piedras que habitan nuestra cotidianidad, como la piedra del parque o la piedra que descansa al borde de la carretera, materias primas que utiliza para exaltar las características innatas que tiene el material. Su escultura está muy ligada al concepto de la reconexión, de la energía de la tierra, por esto considera a sus piezas como seres vivos que afectan y son afectados por los elementos de su alrededor.
En el extenso trabajo de Juan Delgado las posibilidades de la imagen representada se exploran a través de la repetición y la reiteración. Delgado reflexiona sobre la memoria y el tiempo, toma referencias de la historia del arte, convierte su experiencia personal en conceptos amplios y busca el poder simbólico de los materiales y su potencial evocador a través de medios como la pintura, la escultura, la instalación y la arquitectura. Es complejo clasificar el trabajo y exploración de Delgado en un movimiento o corriente, pues su amplia diversidad técnica y referencial es precisamente la esencia de su labor. Sin embargo, es claro que en su obra es posible encontrar una preocupación por la imagen y la relación de ésta con el espectador. Para Delgado la imagen es una extensión del pasado que altera el presente y constituye la materia prima de su exploración, teniendo como resultado un trabajo que se mueve entre los límites de lo escultórico y lo pictórico. Otro elemento fundamental en la exploración artística de Delgado es el tiempo. Los recuerdos, la melancolía, la evocación y sus efectos en la memoria, aparecen con frecuencia en sus series. Las ideas que originan sus trabajos son diversas: la matemática, la literatura, la música, la arquitectura, las experiencias personales, los fenómenos naturales y las preocupaciones humanas abstractas, la tensión entre lo presente y lo ausente. Todos estos elementos se sintetizan en su obra, que suele derivar en piezas en apariencia sencillas, pero que abordan los materiales de manera simbólica, enormemente cargadas de información.
En el extenso trabajo de Juan Delgado las posibilidades de la imagen representada se exploran a través de la repetición y la reiteración. Delgado reflexiona sobre la memoria y el tiempo, toma referencias de la historia del arte, convierte su experiencia personal en conceptos amplios y busca el poder simbólico de los materiales y su potencial evocador a través de medios como la pintura, la escultura, la instalación y la arquitectura. Es complejo clasificar el trabajo y exploración de Delgado en un movimiento o corriente, pues su amplia diversidad técnica y referencial es precisamente la esencia de su labor. Sin embargo, es claro que en su obra es posible encontrar una preocupación por la imagen y la relación de ésta con el espectador. Para Delgado la imagen es una extensión del pasado que altera el presente y constituye la materia prima de su exploración, teniendo como resultado un trabajo que se mueve entre los límites de lo escultórico y lo pictórico. Otro elemento fundamental en la exploración artística de Delgado es el tiempo. Los recuerdos, la melancolía, la evocación y sus efectos en la memoria, aparecen con frecuencia en sus series. Las ideas que originan sus trabajos son diversas: la matemática, la literatura, la música, la arquitectura, las experiencias personales, los fenómenos naturales y las preocupaciones humanas abstractas, la tensión entre lo presente y lo ausente. Todos estos elementos se sintetizan en su obra, que suele derivar en piezas en apariencia sencillas, pero que abordan los materiales de manera simbólica, enormemente cargadas de información.
En el extenso trabajo de Juan Delgado las posibilidades de la imagen representada se exploran a través de la repetición y la reiteración. Delgado reflexiona sobre la memoria y el tiempo, toma referencias de la historia del arte, convierte su experiencia personal en conceptos amplios y busca el poder simbólico de los materiales y su potencial evocador a través de medios como la pintura, la escultura, la instalación y la arquitectura. Es complejo clasificar el trabajo y exploración de Delgado en un movimiento o corriente, pues su amplia diversidad técnica y referencial es precisamente la esencia de su labor. Sin embargo, es claro que en su obra es posible encontrar una preocupación por la imagen y la relación de ésta con el espectador. Para Delgado la imagen es una extensión del pasado que altera el presente y constituye la materia prima de su exploración, teniendo como resultado un trabajo que se mueve entre los límites de lo escultórico y lo pictórico. Otro elemento fundamental en la exploración artística de Delgado es el tiempo. Los recuerdos, la melancolía, la evocación y sus efectos en la memoria, aparecen con frecuencia en sus series. Las ideas que originan sus trabajos son diversas: la matemática, la literatura, la música, la arquitectura, las experiencias personales, los fenómenos naturales y las preocupaciones humanas abstractas, la tensión entre lo presente y lo ausente. Todos estos elementos se sintetizan en su obra, que suele derivar en piezas en apariencia sencillas, pero que abordan los materiales de manera simbólica, enormemente cargadas de información.
Alejandro Sánchez despierta curiosidad por la genial combinación de lo evidente y lo oculto de sus representaciones que demuestran que los símbolos pueden transformarse para adquirir vida propia en la medida en que son reinventados. Su obra denuncia con perspicacia los cambios sociales y económicos en los países latinoamericanos, en especial Colombia. La globalización, la democratización y el crecimiento económico desmedido de algunas naciones son las causas que, según el artista, producen alteraciones en nuestras estructuras sociales. Sánchez examina el libre comercio, las privatizaciones y las multinacionales como los factores que impulsan la evolución de estas dinámicas. Así, reflexiona a través de su producción artística sobre las consecuencias de estas dinámicas, como ocurre con el desplazamiento sociocultural y el desarraigo cultural. Se trata de un artista que, a pesar de que la mayoría de sus obras son de carácter escultórico, considera la pintura como su lenguaje plástico por excelencia. En su obra emplea pigmentos sobre superficies de distinta índole con el fin de representar diferentes objetos, tal como ocurre con el trompe l´oeil o trampa al ojo. Así, logra redefinir la pintura y aportar nuevos significados en los que su lectura deja de ser únicamente lineal o frontal y adquiere un carácter híbrido en el que se diluye su límite con la escultura. En la serie Some Economies, tal vez su más representativa hasta ahora, Sánchez construye símiles con tejas metálicas de casas de la periferia de las grandes ciudades que intercambia y reemplaza por nuevas. Esto supone varias paradojas: la simulación ficticia a escala real de un objeto, la frágil materialidad de estas tejas en contraposición a la contundencia de la imagen que logra y la acción que se genera para la consecución de su materia prima que puede ser leída a partir del activismo artístico y que le permite insertar su obra en el contexto social sin caer en el relato local. Estos contenedores modifican el soporte pictórico que contienen y lo impregnan con un nuevo significado. Además de ser una reflexión en torno a las dinámicas del comercio internacional y a la globalización, constituyen una crítica a la construcción de realidades personales a partir de deseos colectivos.
Alejandro Sánchez despierta curiosidad por la genial combinación de lo evidente y lo oculto de sus representaciones que demuestran que los símbolos pueden transformarse para adquirir vida propia en la medida en que son reinventados. Su obra denuncia con perspicacia los cambios sociales y económicos en los países latinoamericanos, en especial Colombia. La globalización, la democratización y el crecimiento económico desmedido de algunas naciones son las causas que, según el artista, producen alteraciones en nuestras estructuras sociales. Sánchez examina el libre comercio, las privatizaciones y las multinacionales como los factores que impulsan la evolución de estas dinámicas. Así, reflexiona a través de su producción artística sobre las consecuencias de estas dinámicas, como ocurre con el desplazamiento sociocultural y el desarraigo cultural. Se trata de un artista que, a pesar de que la mayoría de sus obras son de carácter escultórico, considera la pintura como su lenguaje plástico por excelencia. En su obra emplea pigmentos sobre superficies de distinta índole con el fin de representar diferentes objetos, tal como ocurre con el trompe l´oeil o trampa al ojo. Así, logra redefinir la pintura y aportar nuevos significados en los que su lectura deja de ser únicamente lineal o frontal y adquiere un carácter híbrido en el que se diluye su límite con la escultura. En la serie Some Economies, tal vez su más representativa hasta ahora, Sánchez construye símiles con tejas metálicas de casas de la periferia de las grandes ciudades que intercambia y reemplaza por nuevas. Esto supone varias paradojas: la simulación ficticia a escala real de un objeto, la frágil materialidad de estas tejas en contraposición a la contundencia de la imagen que logra y la acción que se genera para la consecución de su materia prima que puede ser leída a partir del activismo artístico y que le permite insertar su obra en el contexto social sin caer en el relato local. Estos contenedores modifican el soporte pictórico que contienen y lo impregnan con un nuevo significado. Además de ser una reflexión en torno a las dinámicas del comercio internacional y a la globalización, constituyen una crítica a la construcción de realidades personales a partir de deseos colectivos.
Alejandro Sánchez despierta curiosidad por la genial combinación de lo evidente y lo oculto de sus representaciones que demuestran que los símbolos pueden transformarse para adquirir vida propia en la medida en que son reinventados. Su obra denuncia con perspicacia los cambios sociales y económicos en los países latinoamericanos, en especial Colombia. La globalización, la democratización y el crecimiento económico desmedido de algunas naciones son las causas que, según el artista, producen alteraciones en nuestras estructuras sociales. Sánchez examina el libre comercio, las privatizaciones y las multinacionales como los factores que impulsan la evolución de estas dinámicas. Así, reflexiona a través de su producción artística sobre las consecuencias de estas dinámicas, como ocurre con el desplazamiento sociocultural y el desarraigo cultural. Se trata de un artista que, a pesar de que la mayoría de sus obras son de carácter escultórico, considera la pintura como su lenguaje plástico por excelencia. En su obra emplea pigmentos sobre superficies de distinta índole con el fin de representar diferentes objetos, tal como ocurre con el trompe l´oeil o trampa al ojo. Así, logra redefinir la pintura y aportar nuevos significados en los que su lectura deja de ser únicamente lineal o frontal y adquiere un carácter híbrido en el que se diluye su límite con la escultura. En la serie Some Economies, tal vez su más representativa hasta ahora, Sánchez construye símiles con tejas metálicas de casas de la periferia de las grandes ciudades que intercambia y reemplaza por nuevas. Esto supone varias paradojas: la simulación ficticia a escala real de un objeto, la frágil materialidad de estas tejas en contraposición a la contundencia de la imagen que logra y la acción que se genera para la consecución de su materia prima que puede ser leída a partir del activismo artístico y que le permite insertar su obra en el contexto social sin caer en el relato local. Estos contenedores modifican el soporte pictórico que contienen y lo impregnan con un nuevo significado. Además de ser una reflexión en torno a las dinámicas del comercio internacional y a la globalización, constituyen una crítica a la construcción de realidades personales a partir de deseos colectivos.
Ana González es una artista que reivindica la belleza como valor, pues reconoce en ella su efecto talismán de recomposición y de creación sagrada. Sus obras e intervenciones escultóricas revelan su inquietud por entender la naturaleza, el desplazamiento y la ausencia desde un punto de vista significativamente femenino con el que expresa su contenido de la manera más dulce y mediante un proceso artístico con el que ilumina sus obras. Es una artista apasionada por los oficios y por lo artesanal y reconoce el carácter místico y poderoso en el acto de tejer. El oficio, la factura y la tradición familiar hacen parte de su motivación para resaltar ese lado femenino y orgánico de su historia. Algunos de los temas en los que enfoca su atención son el mutualismo y la colaboración como parte constitutiva del método y de la fuerza creativa. Aunque estos temas son de gran magnitud y complejidad la aproximación de Ana González es siempre intuitiva y personal, de una notable delicadeza formal y de un claro interés por establecer una comunicación emocional con su espectador. Su trabajo es polivalente y complejo pues es una clara muestra de cómo el arte ostenta la posibilidad de funcionar como un nudo entre saberes multidisciplinarios, un limbo en el que conocimientos de distintos tiempos y geografías pueden confluir y crear nuevas experiencias que expanden las fronteras de lo familiar. El complejo carácter de la obra de Ana González se ve reflejado en su incansable búsqueda antropológica, en su claro interés por el conocimiento botánico, en sus referencias al saber ancestral indígena y en los arduos procedimientos artesanales de su trabajo. Así, nos recuerda que lo que entendemos como natural no es un terreno monopolizado por la ciencia, pues más allá de las leyes concretas establecidas por el método científico, el arte aporta un punto de vista personal del que todos participamos.
Ana González es una artista que reivindica la belleza como valor, pues reconoce en ella su efecto talismán de recomposición y de creación sagrada. Sus obras e intervenciones escultóricas revelan su inquietud por entender la naturaleza, el desplazamiento y la ausencia desde un punto de vista significativamente femenino con el que expresa su contenido de la manera más dulce y mediante un proceso artístico con el que ilumina sus obras. Es una artista apasionada por los oficios y por lo artesanal y reconoce el carácter místico y poderoso en el acto de tejer. El oficio, la factura y la tradición familiar hacen parte de su motivación para resaltar ese lado femenino y orgánico de su historia. Algunos de los temas en los que enfoca su atención son el mutualismo y la colaboración como parte constitutiva del método y de la fuerza creativa. Aunque estos temas son de gran magnitud y complejidad la aproximación de Ana González es siempre intuitiva y personal, de una notable delicadeza formal y de un claro interés por establecer una comunicación emocional con su espectador. Su trabajo es polivalente y complejo pues es una clara muestra de cómo el arte ostenta la posibilidad de funcionar como un nudo entre saberes multidisciplinarios, un limbo en el que conocimientos de distintos tiempos y geografías pueden confluir y crear nuevas experiencias que expanden las fronteras de lo familiar. El complejo carácter de la obra de Ana González se ve reflejado en su incansable búsqueda antropológica, en su claro interés por el conocimiento botánico, en sus referencias al saber ancestral indígena y en los arduos procedimientos artesanales de su trabajo. Así, nos recuerda que lo que entendemos como natural no es un terreno monopolizado por la ciencia, pues más allá de las leyes concretas establecidas por el método científico, el arte aporta un punto de vista personal del que todos participamos.
Ana González es una artista que reivindica la belleza como valor, pues reconoce en ella su efecto talismán de recomposición y de creación sagrada. Sus obras e intervenciones escultóricas revelan su inquietud por entender la naturaleza, el desplazamiento y la ausencia desde un punto de vista significativamente femenino con el que expresa su contenido de la manera más dulce y mediante un proceso artístico con el que ilumina sus obras. Es una artista apasionada por los oficios y por lo artesanal y reconoce el carácter místico y poderoso en el acto de tejer. El oficio, la factura y la tradición familiar hacen parte de su motivación para resaltar ese lado femenino y orgánico de su historia. Algunos de los temas en los que enfoca su atención son el mutualismo y la colaboración como parte constitutiva del método y de la fuerza creativa. Aunque estos temas son de gran magnitud y complejidad la aproximación de Ana González es siempre intuitiva y personal, de una notable delicadeza formal y de un claro interés por establecer una comunicación emocional con su espectador. Su trabajo es polivalente y complejo pues es una clara muestra de cómo el arte ostenta la posibilidad de funcionar como un nudo entre saberes multidisciplinarios, un limbo en el que conocimientos de distintos tiempos y geografías pueden confluir y crear nuevas experiencias que expanden las fronteras de lo familiar. El complejo carácter de la obra de Ana González se ve reflejado en su incansable búsqueda antropológica, en su claro interés por el conocimiento botánico, en sus referencias al saber ancestral indígena y en los arduos procedimientos artesanales de su trabajo. Así, nos recuerda que lo que entendemos como natural no es un terreno monopolizado por la ciencia, pues más allá de las leyes concretas establecidas por el método científico, el arte aporta un punto de vista personal del que todos participamos.
Carlos Castro es un incansable explorador e intérprete del anacronismo. Su trabajo parte de la apropiación de imágenes históricas y la recontextualización formal y simbólica de los objetos encontrados. Su obra explora la identidad individual y colectiva al señalar puntos de vista y narrativas ignoradas en el relato histórico mientras se nutre de imágenes y referencias históricas que son resignificadas en el presente con ironía. Sus piezas cuestionan la narración hegemónica y sus referentes estéticos, así como quiénes son los que tradicionalmente han sido representados y quiénes han sido invisibilizados. Castro rompe con lo conocido, cuestiona y quiebra el pasado para ponerlo al servicio de la imagen poética. Una de las líneas recurrentes en la obra de Carlos es la resignificación de imágenes que provienen del imaginario colectivo para facilitar su lectura y apreciación. Lo nacional, lo militar, lo monumental y la historia extraoficial son esenciales en su búsqueda. Castro explora el sarcasmo y la sátira que ya se indagaba desde el arte folclórico medieval para llevarla hasta los miedos, los castigos modernos, los personajes y las historias que han creado los mitos contemporáneos de una nación. A Castro le interesa aprender sobre los procesos históricos y los eventos culturales que le han generado fascinación. Por eso trabaja con imágenes y objetos que ya cuentan con una historia en sí mismos: ve su atemporalidad y los reconceptualiza para evidenciar la forma en que microhistorias contemporáneas pueden comunicarse y conectarse con la gran historia universal. Este método de entendimiento de su contexto lo lleva a entender sus propias fuentes, su identidad, a dónde va; lo hace reflexionar con su propia vida.
Miguel Ángel Rojas es un artista conceptual cuya obra aborda el género, la identidad, la economía, la política, la ecología y las relaciones de poder. Ha explorado desde los documentos fotográfi- cos de encuentros gay clandestinos en los cine- mas del centro de Bogotá en los años setentas, hasta las relaciones entre el narcotráfico y las élites de poder. Esta mirada crítica siempre presente en sus imágenes lo ha llevado a denunciar las causas y consecuencias generadas por el conflicto armado a las comunida- des marginadas de Colombia, así como los daños en los territorios causados por las empresas extractivis- tas -legales e ilegales-, y la guerra contra las drogas. Esto, sin dejar de lado temáticas de carácter más personal, con la elaboración de propuestas que le han permitido ahondar en una introspección crítica e íntima de su ser, en una búsqueda por reafirmarse como individuo. La libertad de trabajar con temas y materiales mar- ginales incitó al artista a aproximarse a diferentes medios como el grabado, el dibujo, la pintura, el video, las reducciones fotográficas y la instalación de maneras innovadoras. Estos se erigieron como medios idóneos para el despliegue de patrones temá- ticos simbólicos y conceptuales. Su práctica artística se desarrolla entonces en tres grandes líneas: la ima- gen, la materia y los textos. Las imágenes resultan en piezas bidimensionales, tridimensionales, videos, súper 8 y sonido. Su exploración material ha pasado por las secreciones corporales, la hoja de coca, los billetes de dólares, el oro, entre otros. Los textos los emplea asociados a las imágenes y en obras plena- mente textuales en las que la materia es importante.
Carlos Castro es un incansable explorador e intérprete del anacronismo. Su trabajo parte de la apropiación de imágenes históricas y la recontextualización formal y simbólica de los objetos encontrados. Su obra explora la identidad individual y colectiva al señalar puntos de vista y narrativas ignoradas en el relato histórico mientras se nutre de imágenes y referencias históricas que son resignificadas en el presente con ironía. Sus piezas cuestionan la narración hegemónica y sus referentes estéticos, así como quiénes son los que tradicionalmente han sido representados y quiénes han sido invisibilizados. Castro rompe con lo conocido, cuestiona y quiebra el pasado para ponerlo al servicio de la imagen poética. Una de las líneas recurrentes en la obra de Carlos es la resignificación de imágenes que provienen del imaginario colectivo para facilitar su lectura y apreciación. Lo nacional, lo militar, lo monumental y la historia extraoficial son esenciales en su búsqueda. Castro explora el sarcasmo y la sátira que ya se indagaba desde el arte folclórico medieval para llevarla hasta los miedos, los castigos modernos, los personajes y las historias que han creado los mitos contemporáneos de una nación. A Castro le interesa aprender sobre los procesos históricos y los eventos culturales que le han generado fascinación. Por eso trabaja con imágenes y objetos que ya cuentan con una historia en sí mismos: ve su atemporalidad y los reconceptualiza para evidenciar la forma en que microhistorias contemporáneas pueden comunicarse y conectarse con la gran historia universal. Este método de entendimiento de su contexto lo lleva a entender sus propias fuentes, su identidad, a dónde va; lo hace reflexionar con su propia vida.
Olga de Amaral es uno de los grandes tesoros artísticos de Colombia y Latinoamérica. Vive y trabaja en Bogotá, pero sus obras son propiedad de los museos más importantes de Europa, Norte y Suramérica. En su obra convergen múltiples tradiciones artesanales con la importancia de los principios del arte, como el formalismo y la abstracción. Esto lo ha logrado al transformar el tejido de tapices en una práctica conceptual, que comprende estrategias encontradas en la pintura, la escultura y la arquitectura. Sus obras se sienten primitivas y contemporáneas a la vez, pues se refieren a tradiciones indígenas con siglos de antigüedad, pero se ejecutan conforme a las preocupaciones propias de nuestros tiempos. De Amaral emplea una variedad de materiales que van desde la hoja de plata y oro hasta los pigmentos de colores brillantes que hacen referencia al paisaje y a la historia cultural de Colombia. Su inclinación por el oro como material básico reside en que, además de ser un elemento simbólicamente fundamental en la cultura universal, es un metal que contiene una riqueza plástica y un valor estético indiscutible. De igual forma, para la artista el color es un lenguaje común en la humanidad: “Yo prefiero los colores utilizados en las artes y oficios antiguos que se basan en procesos alquímicos transformadores”*, asegura. Esta mezcla de elementos le permitió crear un sentido más rico de capas, dejando que el oro, el color y la textura, brillen conjuntamente y proyecten una impresión a la vez íntima y monumental, fenómenos que no son necesariamente una función de su gran escala. De manera temeraria Olga de Amaral rompe las estructuras convencionales y le otorga al tejido valores escultóricos y conceptuales que no pasan inadvertidos. Sus construcciones tienen los ingredientes de la vanguardia pero mantienen la sobriedad necesaria para no caer en el peligro de la retórica visual. Los acabados y los remates de sus obras son impecables y las texturas y los diseños varían o se invierten y proporcionan otra gama de asociaciones o significados. De Amaral no se ha quedado en esquemas, ni ha convertido en fórmula sus procedimientos. Ha desarrollado temas, series, indagaciones y etapas en las que las preocupaciones han recaído sobre ciertos aspectos particulares del tejido.
Olga de Amaral es uno de los grandes tesoros artísticos de Colombia y Latinoamérica. Vive y trabaja en Bogotá, pero sus obras son propiedad de los museos más importantes de Europa, Norte y Suramérica. En su obra convergen múltiples tradiciones artesanales con la importancia de los principios del arte, como el formalismo y la abstracción. Esto lo ha logrado al transformar el tejido de tapices en una práctica conceptual, que comprende estrategias encontradas en la pintura, la escultura y la arquitectura. Sus obras se sienten primitivas y contemporáneas a la vez, pues se refieren a tradiciones indígenas con siglos de antigüedad, pero se ejecutan conforme a las preocupaciones propias de nuestros tiempos. De Amaral emplea una variedad de materiales que van desde la hoja de plata y oro hasta los pigmentos de colores brillantes que hacen referencia al paisaje y a la historia cultural de Colombia. Su inclinación por el oro como material básico reside en que, además de ser un elemento simbólicamente fundamental en la cultura universal, es un metal que contiene una riqueza plástica y un valor estético indiscutible. De igual forma, para la artista el color es un lenguaje común en la humanidad: “Yo prefiero los colores utilizados en las artes y oficios antiguos que se basan en procesos alquímicos transformadores”*, asegura. Esta mezcla de elementos le permitió crear un sentido más rico de capas, dejando que el oro, el color y la textura, brillen conjuntamente y proyecten una impresión a la vez íntima y monumental, fenómenos que no son necesariamente una función de su gran escala. De manera temeraria Olga de Amaral rompe las estructuras convencionales y le otorga al tejido valores escultóricos y conceptuales que no pasan inadvertidos. Sus construcciones tienen los ingredientes de la vanguardia pero mantienen la sobriedad necesaria para no caer en el peligro de la retórica visual. Los acabados y los remates de sus obras son impecables y las texturas y los diseños varían o se invierten y proporcionan otra gama de asociaciones o significados. De Amaral no se ha quedado en esquemas, ni ha convertido en fórmula sus procedimientos. Ha desarrollado temas, series, indagaciones y etapas en las que las preocupaciones han recaído sobre ciertos aspectos particulares del tejido.
Olga de Amaral es uno de los grandes tesoros artísticos de Colombia y Latinoamérica. Vive y trabaja en Bogotá, pero sus obras son propiedad de los museos más importantes de Europa, Norte y Suramérica. En su obra convergen múltiples tradiciones artesanales con la importancia de los principios del arte, como el formalismo y la abstracción. Esto lo ha logrado al transformar el tejido de tapices en una práctica conceptual, que comprende estrategias encontradas en la pintura, la escultura y la arquitectura. Sus obras se sienten primitivas y contemporáneas a la vez, pues se refieren a tradiciones indígenas con siglos de antigüedad, pero se ejecutan conforme a las preocupaciones propias de nuestros tiempos. De Amaral emplea una variedad de materiales que van desde la hoja de plata y oro hasta los pigmentos de colores brillantes que hacen referencia al paisaje y a la historia cultural de Colombia. Su inclinación por el oro como material básico reside en que, además de ser un elemento simbólicamente fundamental en la cultura universal, es un metal que contiene una riqueza plástica y un valor estético indiscutible. De igual forma, para la artista el color es un lenguaje común en la humanidad: “Yo prefiero los colores utilizados en las artes y oficios antiguos que se basan en procesos alquímicos transformadores”*, asegura. Esta mezcla de elementos le permitió crear un sentido más rico de capas, dejando que el oro, el color y la textura, brillen conjuntamente y proyecten una impresión a la vez íntima y monumental, fenómenos que no son necesariamente una función de su gran escala. De manera temeraria Olga de Amaral rompe las estructuras convencionales y le otorga al tejido valores escultóricos y conceptuales que no pasan inadvertidos. Sus construcciones tienen los ingredientes de la vanguardia pero mantienen la sobriedad necesaria para no caer en el peligro de la retórica visual. Los acabados y los remates de sus obras son impecables y las texturas y los diseños varían o se invierten y proporcionan otra gama de asociaciones o significados. De Amaral no se ha quedado en esquemas, ni ha convertido en fórmula sus procedimientos. Ha desarrollado temas, series, indagaciones y etapas en las que las preocupaciones han recaído sobre ciertos aspectos particulares del tejido.
La obra de Glenda León empieza en el dibujo y pasa por el objeto, el sonido y el performance, hasta llegar al video arte. Como artista multimedial, su práctica incorpora un repertorio de técnicas y materiales que se nutren de la experimentación y su formación multidisciplinaria. León desafía nuestra percepción mediante vínculos que hacen visibles y a la vez contradicen las leyes naturales; le interesan los intersticios entre lo visible y lo invisible, entre el sonido y el silencio, entre lo efímero y lo eterno. Su cuerpo de trabajo surge a partir de la fusión entre su vocación empírica y una investigación mística contemporánea, lo que sitúa su obra entre el racionalismo -en su significado más amplio- y la espiritualidad. Glenda León enfatiza en el acto de la escucha como si se tratara de un paso necesario para continuar creciendo en nuestro proceso evolutivo. La danza, la coreografía y la música profundizaron su comprensión de un “todo” en donde habitan mente, cuerpo, espacio, sonido y silencio. De allí que sus obras nos presenten un cambio de enfoque de la realidad y del tiempo, que nos hablen de experiencias místicas a través de elementos sensoriales, que presenten la desintegración del yo a través de la imagen.
La obra de Glenda León empieza en el dibujo y pasa por el objeto, el sonido y el performance, hasta llegar al video arte. Como artista multimedial, su práctica incorpora un repertorio de técnicas y materiales que se nutren de la experimentación y su formación multidisciplinaria. León desafía nuestra percepción mediante vínculos que hacen visibles y a la vez contradicen las leyes naturales; le interesan los intersticios entre lo visible y lo invisible, entre el sonido y el silencio, entre lo efímero y lo eterno. Su cuerpo de trabajo surge a partir de la fusión entre su vocación empírica y una investigación mística contemporánea, lo que sitúa su obra entre el racionalismo -en su significado más amplio- y la espiritualidad. Glenda León enfatiza en el acto de la escucha como si se tratara de un paso necesario para continuar creciendo en nuestro proceso evolutivo. La danza, la coreografía y la música profundizaron su comprensión de un “todo” en donde habitan mente, cuerpo, espacio, sonido y silencio. De allí que sus obras nos presenten un cambio de enfoque de la realidad y del tiempo, que nos hablen de experiencias místicas a través de elementos sensoriales, que presenten la desintegración del yo a través de la imagen.
La obra de Glenda León empieza en el dibujo y pasa por el objeto, el sonido y el performance, hasta llegar al video arte. Como artista multimedial, su práctica incorpora un repertorio de técnicas y materiales que se nutren de la experimentación y su formación multidisciplinaria. León desafía nuestra percepción mediante vínculos que hacen visibles y a la vez contradicen las leyes naturales; le interesan los intersticios entre lo visible y lo invisible, entre el sonido y el silencio, entre lo efímero y lo eterno. Su cuerpo de trabajo surge a partir de la fusión entre su vocación empírica y una investigación mística contemporánea, lo que sitúa su obra entre el racionalismo -en su significado más amplio- y la espiritualidad. Glenda León enfatiza en el acto de la escucha como si se tratara de un paso necesario para continuar creciendo en nuestro proceso evolutivo. La danza, la coreografía y la música profundizaron su comprensión de un “todo” en donde habitan mente, cuerpo, espacio, sonido y silencio. De allí que sus obras nos presenten un cambio de enfoque de la realidad y del tiempo, que nos hablen de experiencias místicas a través de elementos sensoriales, que presenten la desintegración del yo a través de la imagen.
Camilo Restrepo vivió de primera mano el auge de los narcotraficantes y la aparición del narcoterrorismo, pues creció en medio de las mafias que afectaron todas las esferas de la sociedad colombiana y sirvieron de combustible para la violencia y la desigualdad generalizada. Sus repetidos encuentros con estos contextos lo llevaron a cuestionar muchos aspectos de su creación artística, compuesta por múltiples estratos de significado y entidades inestables que, al entrelazarse, producen composiciones coherentes y compactas. Su temática principal es la actual batalla global entre la verdad y la ficción, que en Colombia se manifiesta en la intersección de la violencia y la cultura popular. Su obra evidencia la clara conexión entre el tráfico de drogas y las élites colombianas y los modos en que esta ha distorsionado la realidad de tal manera, que es cuestionable la credibilidad a su representación en la prensa y en las redes sociales. Restrepo critica de modo satírico la fallida guerra contra el narcotráfico e intenta renombrarla y darle un nuevo aspecto a ese periodo de la historia colombiana que nos acompaña hasta el presente. Resulta fundamental en su obra brindar una contra-narrativa allí donde las autoridades y la sociedad civil jamás lo harán. Esto le indica al espectador la legitimidad detrás de su particular humor surgido a partir de representaciones que pueden parecer caóticas, pero están moral y objetivamente puestas al servicio de la verdad. Por esto, asegura, que mientras persista este enfoque prohibicionista es indispensable que desde el arte se insista en criticar y en develar las distintas violencias que conlleva la utopía de una sociedad libre de drogas.
Camilo Restrepo vivió de primera mano el auge de los narcotraficantes y la aparición del narcoterrorismo, pues creció en medio de las mafias que afectaron todas las esferas de la sociedad colombiana y sirvieron de combustible para la violencia y la desigualdad generalizada. Sus repetidos encuentros con estos contextos lo llevaron a cuestionar muchos aspectos de su creación artística, compuesta por múltiples estratos de significado y entidades inestables que, al entrelazarse, producen composiciones coherentes y compactas. Su temática principal es la actual batalla global entre la verdad y la ficción, que en Colombia se manifiesta en la intersección de la violencia y la cultura popular. Su obra evidencia la clara conexión entre el tráfico de drogas y las élites colombianas y los modos en que esta ha distorsionado la realidad de tal manera, que es cuestionable la credibilidad a su representación en la prensa y en las redes sociales. Restrepo critica de modo satírico la fallida guerra contra el narcotráfico e intenta renombrarla y darle un nuevo aspecto a ese periodo de la historia colombiana que nos acompaña hasta el presente. Resulta fundamental en su obra brindar una contra-narrativa allí donde las autoridades y la sociedad civil jamás lo harán. Esto le indica al espectador la legitimidad detrás de su particular humor surgido a partir de representaciones que pueden parecer caóticas, pero están moral y objetivamente puestas al servicio de la verdad. Por esto, asegura, que mientras persista este enfoque prohibicionista es indispensable que desde el arte se insista en criticar y en develar las distintas violencias que conlleva la utopía de una sociedad libre de drogas.
Camilo Restrepo vivió de primera mano el auge de los narcotraficantes y la aparición del narcoterrorismo, pues creció en medio de las mafias que afectaron todas las esferas de la sociedad colombiana y sirvieron de combustible para la violencia y la desigualdad generalizada. Sus repetidos encuentros con estos contextos lo llevaron a cuestionar muchos aspectos de su creación artística, compuesta por múltiples estratos de significado y entidades inestables que, al entrelazarse, producen composiciones coherentes y compactas. Su temática principal es la actual batalla global entre la verdad y la ficción, que en Colombia se manifiesta en la intersección de la violencia y la cultura popular. Su obra evidencia la clara conexión entre el tráfico de drogas y las élites colombianas y los modos en que esta ha distorsionado la realidad de tal manera, que es cuestionable la credibilidad a su representación en la prensa y en las redes sociales. Restrepo critica de modo satírico la fallida guerra contra el narcotráfico e intenta renombrarla y darle un nuevo aspecto a ese periodo de la historia colombiana que nos acompaña hasta el presente. Resulta fundamental en su obra brindar una contra-narrativa allí donde las autoridades y la sociedad civil jamás lo harán. Esto le indica al espectador la legitimidad detrás de su particular humor surgido a partir de representaciones que pueden parecer caóticas, pero están moral y objetivamente puestas al servicio de la verdad. Por esto, asegura, que mientras persista este enfoque prohibicionista es indispensable que desde el arte se insista en criticar y en develar las distintas violencias que conlleva la utopía de una sociedad libre de drogas.
El cuerpo de trabajo de Adrián Gaitán se enfoca fundamentalmente en la deconstrucción y revisión de los símbolos asociados con la alta cultura, las imágenes más representativas de la historia del arte occidental y los referentes estéticos importados desde Europa hacia Latinoamérica. La materialidad de sus obras es esencial para comprender su trabajo, pues a través de ella hay una crítica sobre la trivialidad de los objetos que poseen los más privilegiados y la fragilidad de los conceptos e imágenes que asociamos con el arte y la cultura. Materiales pobres, reciclados y abyectos como la tierra, el cartón, el aceite de motor, el plástico usado, la madera, colchones, entre otros, denotan el interés de Gaitán por la capacidad que tienen estos para hacer que cualquier concepto, aparentemente rígido, entre en tensión. Adrián Gaitán nos comparte su visión con la que, bajo un análisis atento, realizamos lecturas más complejas que cuestionan la manera en la que establecemos los criterios de valor sobre las cosas. Con frecuencia las imágenes que usa, así como su reflexión, ocurren alrededor del espacio doméstico. Repetidamente en sus esculturas aparecen elementos mobiliarios como pianos de cola, alfombras persas y candelabros construidos con materiales recolectados de las calles y transformados para analizar la noción del “buen gusto”. Gaitán le confiere entidad al potencial simbólico de elementos asociados a la “baja cultura” y logra que la imagen también funcione como un objeto devocional y una crítica hacia lo aspiracional, pues cuestiona los valores que conforman el culto moderno al materialismo.
El cuerpo de trabajo de Adrián Gaitán se enfoca fundamentalmente en la deconstrucción y revisión de los símbolos asociados con la alta cultura, las imágenes más representativas de la historia del arte occidental y los referentes estéticos importados desde Europa hacia Latinoamérica. La materialidad de sus obras es esencial para comprender su trabajo, pues a través de ella hay una crítica sobre la trivialidad de los objetos que poseen los más privilegiados y la fragilidad de los conceptos e imágenes que asociamos con el arte y la cultura. Materiales pobres, reciclados y abyectos como la tierra, el cartón, el aceite de motor, el plástico usado, la madera, colchones, entre otros, denotan el interés de Gaitán por la capacidad que tienen estos para hacer que cualquier concepto, aparentemente rígido, entre en tensión. Adrián Gaitán nos comparte su visión con la que, bajo un análisis atento, realizamos lecturas más complejas que cuestionan la manera en la que establecemos los criterios de valor sobre las cosas. Con frecuencia las imágenes que usa, así como su reflexión, ocurren alrededor del espacio doméstico. Repetidamente en sus esculturas aparecen elementos mobiliarios como pianos de cola, alfombras persas y candelabros construidos con materiales recolectados de las calles y transformados para analizar la noción del “buen gusto”. Gaitán le confiere entidad al potencial simbólico de elementos asociados a la “baja cultura” y logra que la imagen también funcione como un objeto devocional y una crítica hacia lo aspiracional, pues cuestiona los valores que conforman el culto moderno al materialismo.
El cuerpo de trabajo de Adrián Gaitán se enfoca fundamentalmente en la deconstrucción y revisión de los símbolos asociados con la alta cultura, las imágenes más representativas de la historia del arte occidental y los referentes estéticos importados desde Europa hacia Latinoamérica. La materialidad de sus obras es esencial para comprender su trabajo, pues a través de ella hay una crítica sobre la trivialidad de los objetos que poseen los más privilegiados y la fragilidad de los conceptos e imágenes que asociamos con el arte y la cultura. Materiales pobres, reciclados y abyectos como la tierra, el cartón, el aceite de motor, el plástico usado, la madera, colchones, entre otros, denotan el interés de Gaitán por la capacidad que tienen estos para hacer que cualquier concepto, aparentemente rígido, entre en tensión. Adrián Gaitán nos comparte su visión con la que, bajo un análisis atento, realizamos lecturas más complejas que cuestionan la manera en la que establecemos los criterios de valor sobre las cosas. Con frecuencia las imágenes que usa, así como su reflexión, ocurren alrededor del espacio doméstico. Repetidamente en sus esculturas aparecen elementos mobiliarios como pianos de cola, alfombras persas y candelabros construidos con materiales recolectados de las calles y transformados para analizar la noción del “buen gusto”. Gaitán le confiere entidad al potencial simbólico de elementos asociados a la “baja cultura” y logra que la imagen también funcione como un objeto devocional y una crítica hacia lo aspiracional, pues cuestiona los valores que conforman el culto moderno al materialismo.
Miguel Ángel Rojas es un artista conceptual cuya obra aborda el género, la identidad, la economía, la política, la ecología y las relaciones de poder. Ha explorado desde los documentos fotográfi- cos de encuentros gay clandestinos en los cine- mas del centro de Bogotá en los años setentas, hasta las relaciones entre el narcotráfico y las élites de poder. Esta mirada crítica siempre presente en sus imágenes lo ha llevado a denunciar las causas y consecuencias generadas por el conflicto armado a las comunida- des marginadas de Colombia, así como los daños en los territorios causados por las empresas extractivis- tas -legales e ilegales-, y la guerra contra las drogas. Esto, sin dejar de lado temáticas de carácter más personal, con la elaboración de propuestas que le han permitido ahondar en una introspección crítica e íntima de su ser, en una búsqueda por reafirmarse como individuo. La libertad de trabajar con temas y materiales mar- ginales incitó al artista a aproximarse a diferentes medios como el grabado, el dibujo, la pintura, el video, las reducciones fotográficas y la instalación de maneras innovadoras. Estos se erigieron como medios idóneos para el despliegue de patrones temá- ticos simbólicos y conceptuales. Su práctica artística se desarrolla entonces en tres grandes líneas: la ima- gen, la materia y los textos. Las imágenes resultan en piezas bidimensionales, tridimensionales, videos, súper 8 y sonido. Su exploración material ha pasado por las secreciones corporales, la hoja de coca, los billetes de dólares, el oro, entre otros. Los textos los emplea asociados a las imágenes y en obras plena- mente textuales en las que la materia es importante.
Las obras de Adam Goldstein van más allá de lo puramente visual, al lograr encajar lo infinito dentro de lo limitado. Con reminiscencias a las más puras tendencias de la abstracción provenientes del siglo XX, trabaja la luz y el color, elementos que, desde entonces, moldean la dimensión etérea de lo abstracto y actúan a manera de capas dinámicas de materia que fusionan la misteriosa profundidad con la evidente superficie. El color es usado por Goldstein como una mediación entre estas complejas capas matéricas y, al entrar en diálogo con la luz cambiante, nos revelan el instante poético al que se accede. Goldstein trabaja principalmente con el óleo mediante una técnica singular que le permite experimentar de manera aleatoria con la luz y con el color en busca de la supremacía de lo plano y armonizar la saturación de tal manera que el color se convierte en un ligero cuerpo que se balancea entre ondas de luz. La suma de la superposición de capas de colores, de la levísima borradura de los trazos y la indeterminación entre un color y otro, genera puntos en los que la indistinción entre un color y otro forma una especie de umbral y la ilusión de una pintura invisible, una instancia sensorial inmaterial a la que el observador es guiado cuidadosamente. El trabajo rítmico con el que el artista vierte y distribuye las densas capas de color sobre la tela otorga a cada obra el valor de una danza que gravita de un lado a otro de la superficie. En este baile, en el que se sostienen la luz y el color, la mirada del espectador atraviesa la dimensión de lo material y logra conectarse con lo intangible.