Por los caminos de Mu

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Del 28 de octubre al 1 de diciembre
Curaduría: María A. Iovino

Oficios: Cerámica de Ráquira, cestería de Fúquene, orfebrería de Bogotá, talla en roca de sal de Zipaquirá, tejido horizontal de Bogotá y Tabio.

Los encuentros y diálogos que propicia el programa Arte Vivo para la creación de obras entre artistas y artesanos constituyen una herramienta de incalculable valor para la compresión y la revitalización del legado de las sociedades prehispánicas desde una perspectiva presente y democrática. En las prácticas impulsadas por este programa, tanto en la conversación entre la herencia y la actualidad, como entre lo técnico, lo conceptual y lo abstracto, ocurre en un equilibrio real. Así la tradición revitaliza sus pulmones y amplía sus fronteras, mientras las ideas contemporáneas se enriquecen ante la comprensión de las múltiples facetas de la inteligencia que se compendian en los oficios, en los quehaceres y en los instrumentos que los acompañan, los procuran o los facilitan.

Durante cada edición, Arte Vivo se ha enfocado en diferentes regiones y en una de las culturas indígenas que perviven en el territorio colombiano y que reclaman ser reconsideradas con apoyos investigativos sustanciales y novedosos. En esta oportunidad el foco le ha correspondido a Bogotá y Cundinamarca, territorios marcados por las manifestaciones de la sociedad Muisca, algunas de las cuales han sido preservadas y defendidas por sus descendientes, con las adaptaciones que una sobrevivencia de más de cinco siglos ha implicado. Esta región lleva además la impronta de haber sido el centro político y administrativo del territorio colombiano, desde el inicio de la historia colonial hasta el presente, situación que advierte acerca de las complejidades y dinámicas transformadoras que han enfrentado sus residentes a través de los tiempos. No obstante, entre olvidos y narrativas superpuestas la fuerza de la naturaleza en el altiplano central no deja de poner de presente la dominancia que tuvo para la cultura Muisca la relación con las aguas y con las montañas.

Desde las exigencias que comportan las problemáticas actuales, la relectura del imaginario Muisca resulta de mayor pertinencia. Este pueblo tuvo un compromiso dominante con la salvaguarda del equilibrio natural, lo que se expresó en un cuidado especial de las aguas y en un conocimiento atento de las plantas y de los árboles. Su admirable comprensión sistémica respondió a un estudio permanente de la escritura que hacen los astros en el cielo para reflejar una actualización continua de los órdenes siderales en la tierra.

De allí que algunos estudiosos destaquen los trazados de geometrías sagradas que debieron atender los Muiscas, los cuales conectan cumbres tutelares, humedales, ríos, páramos y lagunas en las que se realizaban ofrendas y rituales sagrados. Este paisaje especial constituye el escenario de la rica mitología con la que el pueblo Muisca representó el origen, las enseñanzas y los mandatos de sus dioses, los cuales, de acuerdo con el profesor Carl Langebaek, siempre fueron arquitectos. Esto implicaba que los gobernantes del pueblo Muisca también lo fueran. El Zaque fue un regente astrónomo en cuanto que el trabajo que dirigía en la tierra debía responder a los órdenes mayores.

La riqueza abstracta a través de la cual se expresó la sociedad Muisca es consecuente con ello, así como también lo es su elegantísima economía en el uso de los recursos materiales. La comunidad Muisca se caracterizó por un profundo sentido ritual en beneficio de las expresiones vitales. A sus actuaciones las conducía un entender sagrado que no siempre puede resultar comprensible para la visión occidental.

Por lo general, la austeridad en el uso del color y de la complejidad en la composición de las expresiones de la gran mayoría de las culturas que han habitado el territorio colombiano ha sido evaluada de manera simplista. Bajo esa óptica se ha juzgado su desventaja frente a las proposiciones de culturas como las guatemaltecas, las peruanas o las mejicanas. Falta mucho por rescatar e investigar antes de efectuar una lectura comparada adecuada que destaque las fortalezas y diferencias de las diversas proposiciones prehispánicas. Es misión de estos proyectos proponer a ese respecto.

Los artistas y los artesanos llamados a colaborar en esta nueva expresión de Arte Vivo han dialogado también con las ideas sobre lo sagrado que guiaron a la sociedad Muisca. Uno de los fines de Arte Vivo es resaltar las huellas que perviven y tratar de armar con ellas hilos fuertes que procuren el rescate de patrimonios, cuya renovada comprensión contribuya de manera poderosa a la construcción de propuestas de decolonización.

Desde el inicio de su amplia trayectoria creativa Mónica de Rhodes ha sido una de las tejedoras más reconocidas en Colombia. Su experticia con los materiales se traduce en propuestas diversas de enorme riqueza formal. Esta artista se desenvuelve de la misma manera trabajando con materiales crudos o con recursos industriales, en propuestas monocromas o en otras de gran riqueza colorística. Conoce el territorio colombiano, sus tradiciones textiles y sus estrategias de renovación y preservación. La destacada carrera de Mónica de Rhodes es un valioso ejemplo del arte en Colombia, de inspiración para la colaboración entre artistas y artesanos, así como para la recuperación y la actualización de los grandes legados.

Raúl Hincapié es autodidacta en el manejo del telar horizontal (de dos, de cuatro y de seis marcos). Ha trabajado durante 23 años en el taller de Mónica de Rhodes en un continuo intercambio de conocimientos. Este tejedor se desempeña de manera maestra en el manejo de fibras naturales y artificiales y en el tejido con papeles, metales y otros materiales, entre los que se incluyen también los cristales y el cuero. Ha participado en la creación de tejidos para el mundo del arte, del diseño y de la moda. Sus conocimientos sobre los procedimientos técnicos textiles pueden considerarse un patrimonio vivo.

Todo el proyecto creativo de César González revela su profundo interés por la espiritualidad y por lo sagrado, lo cual corre paralelo a una dedicada formación en campos diversos del desarrollo espiritual y a una investigación consecuente sobre las distintas expresiones que se han ocupado de estos temas en la historia actual y en la milenaria. Por líneas paterna y materna el artista tiene raíces que lo conectan con el pasado indígena de Cundinamarca y de Tolima, razón que lo ha movido a indagar también en la iconografía y en la historia de las culturas de estas regiones. Ha tratado de comprender sus prácticas rituales y sus conocimientos en relación con las condiciones específicas del territorio y con la concepción sagrada de otros pueblos del mundo.

Natalia García se formó como joyera en la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo. En distintos talleres ofrecidos por Artesanías de Colombia ha ahondado en el conocimiento del imaginario de los pueblos Muiscas y de sus potencialidades creativas, lo cual se refleja en sus diseños. Estos también dan constancia del enorme afecto de la diseñadora por el paisaje del altiplano central de Colombia. Natalia García conoce secretos de procedimientos ancestrales como el de la cera perdida, técnica cuyos resultados ornamentales testimonian el sorprendente nivel que alcanzaron los pueblos prehispánicos en el desarrollo de sus oficios.

A pesar de ser miembro natural de la comunidad Muisca de Cota, para Estiven Castro el legado que han defendido los suyos también ha constituido una real sorpresa. Hace menos de una década, este diseñador textil tuvo conocimiento de su pertenencia a una comunidad indígena que ha preservado tradiciones milenarias y forma parte de una historia de resistencia que supera los cinco siglos. El tejido, junto con los otros oficios que este saber implica, se convirtió en la fascinación de Estiven Castro cuando comenzó a prestar servicio social en la comunidad Muisca de Cota. De allí que decidiera formarse como tejedor con los mejores artesanos, escuela que enriqueció posteriormente con el estudio de la carrera de Diseño Industrial en la Universidad Nacional.

María Isabel Rueda se ha desempeñado en distintos campos de la expresión visual en los que ha encontrado soportes para explorar las formas en que se expresa la interacción entre los sistemas vitales. En la obra de esta artista abundan las imágenes que enuncian relaciones entre el micro y el macrocosmos, y en tanto, referencias al encuentro continuo con el infinito —en el cielo y en la tierra, o en lo abstracto y en lo concreto—. Las guías que a este respecto le han ofrecido a esta artista las mitologías e iconografías de las culturas fundacionales han constituido un apoyo decisivo para su pensamiento. Esto se advierte claramente en muchos de sus trabajos y de manera especial en los que han partido de períodos de convivencia con comunidades indígenas de Colombia.

La opción de vida de Reinaldo Niño (Q.E.P.D.) fue premiada y exaltada en diversas oportunidades como un ejemplo de valor. Su historia se ha traducido a cinco idiomas después de que fuera difundida a través de los medios de comunicación hace más de dos décadas. En 2007 se volvió a hablar de nuevo sobre este hombre admirable a partir del reconocimiento que le hizo el premio Destapa futuro. En su vida, la formación en tejido que le ofrecieron los talleres del SENA supuso la alternativa que le permitió abandonar el extravío en la drogadicción que lo llevó a habitar en las calles. Con la pasión y la concentración que ganó en el trabajo del tejido, Reinaldo Niño edificó una de las propuestas artesanales de referencia en Colombia y en el barrio Ciudad Bolívar en la capital del país.

Siendo aún corta su trayectoria creativa, Camila Rodríguez se ha hecho conocida internacionalmente como una de las promesas del arte de Colombia y de América Latina. Sus proyectos en el mundo cinematográfico y en el de las artes visuales han recibido premios y menciones destacadas, en las cuales por lo general se señala la agudeza y la sensibilidad con la que la artista aborda asuntos diversos entre los que se encuentran: la identidad y la pertenencia a un territorio y a una cultura, la historia de violencia que ha estigmatizado a países como Colombia, la fuerza y la particularidad de lo femenino y las estrategias que permitirían desarrollar un trabajo real y profundo hacia la decolonización.

Rosa María Rodríguez maneja el barro desde que era niña y colaboraba con su abuela, también ceramista. Con ella aprendió y practicó el procedimiento ya desaparecido de pisar y limpiar el barro que se trabajaba en los talleres, al igual que los principios del comportamiento del barro que han soportado sus 55 años de trayectoria creativa. En este período Rosa María Rodríguez abrió muchas perspectivas para la cerámica a partir de colaboraciones con el Museo de Artes y Tradiciones Populares en Bogotá y en Ráquira. La artesana practica técnicas que pocos conocen como la de la cerámica miniatura denominada grano de maíz, la cual ha llevado a experimentaciones novedosas y bastante apreciadas.

Uriel Gundisalvo Reyes se reconoce como descendiente de la familia Muisca al igual que lo hace Rosa María Rodríguez. Al lado suyo ha completado una larga trayectoria en el manejo de las técnicas de la cerámica, siempre en Ráquira, Boyacá, capital del trabajo en barro de Colombia.  El comprometido entrenamiento que tiene este artesano en el trabajo alfarero ha hecho de él uno de los personajes más reconocidos en el campo con destrezas especiales en el manejo de los hornos.

La versátil producción de Carlos Bonil ha revelado a través de su trayectoria como artista a un creador completo que integra el universo del sonido, el de la imagen, el de los oficios, el de las técnicas y el de la tecnología, por lo general con un incomparable sentido del humor. Carlos Bonil es uno de los pocos artistas contemporáneos que valoran la importancia de la creación manual desde una diestra defensa de los oficios, así como a la expresión figurativa, sin que esto contradiga su gran capacidad conceptual y abstracta. En las manos de Carlos Bonil los oficios siempre se han expuesto a cruces creativos y a renovaciones formales. Este artista se desempeña con la misma fluidez en el plano bidimensional y en el espacio instalativo, en el universo del arte y en el del diseño, en los pequeños y en los grandes espacios.

Mauricio Guzmán habita en Tenjo, población cuya historia y paisaje se refleja en sus proyectos. Además de poseer gran sensibilidad por la naturaleza, este joyero tiene una persistente preocupación por entender la tradición y la cultura Muisca que ha habitado su territorio. La joyería que diseña se caracteriza por la destreza con la que se logra el ensamblaje de materiales diversos y por la constante experimentación formal. Es uno de los pocos joyeros que resalta en sus piezas el valor estético de la madera. El trato que da a las vetas y a los coloridos de este material lo hace comparable a las gemas más apreciables. Lo mismo sucede con su inquietud por expresarse en transparencias. El colorido y la luminosidad de algunos materiales industriales a los que acude este joyero, como pueden ser el acrílico y el vidrio, llama al reconocimiento de los elementos humildes.

La colaboración es uno de los principios que soporta el trabajo de Santiago Reyes Villaveces. Su obra se estructura en intersecciones de campos del conocimiento que demandan apoyos investigativos de especialistas en ciencias, en técnicas y en tecnologías, así como en diversas expresiones artísticas. A este artista le interesan las formas que asumen en la tierra fuerzas mayores como la gravedad, las cuales, aunque se suelen concebir como algo enteramente abstracto, se manifiestan de muy diversas maneras en el mundo concreto, incluyendo en él al propio cuerpo humano.

Flor Alba Briceño es portadora de herencias que desarrollaron pericia en el manejo y tejido de las fibras vegetales que crecen en la laguna de Fúquene, Cundinamarca. Aprendió con sus padres y con sus abuelos esta tradición con la que defiende la pervivencia de importantes conocimientos del pueblo Muisca del que su familia proviene. La tradición que defiende le ha permitido compenetrarse con el material y manipularlo con excelencia y al tiempo conocer los secretos de la naturaleza que hace posible su persistente renacimiento.

La producción creativa y editorial de Mónica Naranjo ha aportado a la comprensión de las distintas expresiones de la naturaleza y en la forma en que interactúan los diversos sistemas ambientales. Esta artista ha recorrido extensamente el territorio colombiano y el de muchos otros países con el propósito de observar lo que expresa el paisaje y los fenómenos que lo conforman en variadas zonas del planeta. Paralelamente ha estado atenta a entender las maneras en que la infinidad de diferencias territoriales estructuran un único sistema de gran complejidad lógica. Concentrada en la naturaleza, se ha interesado en las determinantes del lugar que otorgan características específicas a las distintas culturas.

La obra de Leyla Cárdenas revela intimidades del material y de las cuestiones en las que la artista se enfoca en cada proyecto mientras indaga en la resistencia que tienen los distintos soportes para registrar historias o memoria. La reconstrucción de imaginarios propuesta por la artista normalmente precisa de progresivas desmaterializaciones efectuadas en un mismo cuerpo, en el que sustenta viajes hacia lo íntimo de la materia y de los tiempos en los que se estructuran las formas. De allí que los proyectos de la artista se sustenten en extensas investigaciones de archivo, así como en detenidos procesos de experimentación con los materiales.

El taller de Ronni Martínez se ubica justo al lado de una de las entradas de la mina de sal del municipio de Zipaquirá, lugar desde el que complementa la observación que le arroja el propio material mientras lo manipula y lo transforma. A pesar de que este artesano no es heredero del oficio de talla de la roca salina, su consagración al conocimiento de este particular saber y su pasión por la investigación lo han convertido en el gran experto en el campo. Comenzó a trabajar con la roca de sal hace 10 años, después de otros desempeños como profesional. En este período ha ganado enorme destreza en el manejo del material, lo cual se expresa en dos líneas creativas que exhibe en su taller: una utilitaria y otra de producción abstracta.

Sobre la curadora

María Iovino Moscarella
Maria Iovino - curadora Por los caminos de Mu

Cursó estudios de Derecho y de Artes en la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia y una especialización en Crítica de Arte, Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia. Durante dos décadas de trabajo independiente como curadora, conferencista e investigadora ha sido invitada por museos e intituciones culturales de Colombia, América Latina, Norte América y Europa. Ha participado como asesora, gestora y curadora en proyectos que han contribuido al desarrollo y difusión de las artes visuales en Colombia y en otros países de América Latina. Fue invitada -junto con Carmen María Jaramillo- para concebir y coordinar el capítulo de Colombia en el proyecto Recouvering Sources of Latin American Arts, Museum of Fine Arts, Houston (USA). En el campo docente ha sido directora del Departamento de Artes Visuales de la Universidad Javeriana, institución en la que recibió reconocimiento como mejor profesora de la Facultad de Artes; Coordinadora Académica y profesora del Departamento de Artes de la Universidad de los Andes y directora del Departamento de Educación del Museo de Arte Moderno de Bogotá.


Artistas participantes

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